La eterna enemistad entre mujeres suele ser enunciado con la afirmación: “las mujeres son las peores enemigas de las mujeres”, mito posible de ser analizado desde diversas perspectivas. En este caso tomaré como referente aquellos que se han ocupado de realizar algunos estudios o ensayos y mi propia reflexión.
Históricamente
La afirmación de enemistad política, como una práctica genéricamente femenina, históricamente en su concepción y edición tiene dificultad para vincularse y corresponderse genéricamente con las mujeres debido a su escasa presencia visible y activa en la toma de decisiones durante el proceso de de su concepción, desarrollo e instauración. Desde el Grecia con la idea de |grñhkil (democracia) ateniense1 , pasando por el senado romano (a), la revolución francesa2, la constitución de los Estados Unidos3 hasta la adopción de la democracia en las repúblicas de América Latina4, las decisiones fundacionales fueron tomadas sin la presencia y opinión de las mujeres. Por cuanto es impreciso atribuirle la institucionalización de una práctica donde sean identificadas como autoras y representantes destacadas del mismo.
Históricamente, la enemistad política(b) es una práctica de la existencia humana(c) , por cuanto deja de ser exclusividad de un género5. El reconocimiento de la existencia de enemistad política es un contrasentido al concepto positivista de política por cuanto aparece como una negación. La Política en sus orígenes es opuesto a la enemistad que en el peor de los casos se traduce en guerras, por cuanto se remite a la capacidad de debate, deliberación y negociación antes que enfrentamiento. La dimensión antágonica de la política ha sido trabajada detenidamente por Carl Schmitt (d).
Partiendo del reconocimiento de la existencia de la enemistad política como una práctica humana (hombres y mujeres), algunos estudios que se han ocupado de aquellas prácticas ejercidas entre mujeres, hallan como explicación su correspondencia con un sistema perverso de relación socio política, que recurre a la participación activa de las victimas en su propia lapidación y condena. Porque quienes tienen el poder aparecen como centrales, mediando las relaciones entre quienes carecen de ella, al punto de regular los conflictos6.
Antropológicamente
Existen aproximaciones antropológicas, que pretenden explicar el mito de la enemistad entre mujeres, desde el lado del papel socio cultural de la mujer, y por el otro, a la reproducción de un sistema de poder centrado en el varón (patriarcal).
Desde el papel socio cultural de la mujer se asocia con el rol de la tierra, proveer conciencia y vida a la especie humana, identificables en las sociedades originarias. Cuando es sustituido por el sol y con él la predominancia masculina, las culturas dan paso a la idea de centralidad y jerarquías que trasladado a la condición de ser hombre y ser mujer7 el primero aparece por encima del segundo insturándose un relación de sobre valoración y devaluación.
Cuando las sociedades adoptan una religión monoteísta, el Dios al que veneran aparece reencarnado en los hombres, atribuyendo la inferioridad de las mujeres8.
Todas estas decisiones socio culturales, reeditados en las relaciones entre géneros, anima la subordinación de las mujeres respecto a los hombres, donde la relación intergénero es en el caso de los hombres por una mayor posesión y el de las mujeres la competencia y conflicto por una mayor/mejor aproximación a quienes ostentan el poder.
Otras miradas se detienen en el sistema patriarcal donde el poder se encuentra centrado en el varón, de modo que las tensiones políticas entre mujeres, vendrían a ser prácticas patriarcales reproducidas al interior de los géneros9, reafirmado con una importante presencia del etnocentrismo en las identidades10.
Desde el papel socio cultural de la mujer se asocia con el rol de la tierra, proveer conciencia y vida a la especie humana, identificables en las sociedades originarias. Cuando es sustituido por el sol y con él la predominancia masculina, las culturas dan paso a la idea de centralidad y jerarquías que trasladado a la condición de ser hombre y ser mujer7 el primero aparece por encima del segundo insturándose un relación de sobre valoración y devaluación.
Cuando las sociedades adoptan una religión monoteísta, el Dios al que veneran aparece reencarnado en los hombres, atribuyendo la inferioridad de las mujeres8.
Todas estas decisiones socio culturales, reeditados en las relaciones entre géneros, anima la subordinación de las mujeres respecto a los hombres, donde la relación intergénero es en el caso de los hombres por una mayor posesión y el de las mujeres la competencia y conflicto por una mayor/mejor aproximación a quienes ostentan el poder.
Otras miradas se detienen en el sistema patriarcal donde el poder se encuentra centrado en el varón, de modo que las tensiones políticas entre mujeres, vendrían a ser prácticas patriarcales reproducidas al interior de los géneros9, reafirmado con una importante presencia del etnocentrismo en las identidades10.
Por diversos caminos culturales donde se establecen jerarquías, surgen las condiciones que estimulan a permanentes esfuerzos entre las mujeres, por obtener el favor masculino a través de la lucha entre ellas, reeditando las guerras masculinas de a una versión femenina de permanente competencia11.
Psicologicamente
La atribuida “enemistad natural intra género” –mujeres vs. mujeres-, posee un mensaje simbólico que se acentúa en la negación de la posibilidad de diálogo y debate entre mujeres candidatas o en ejercicio de poder político, evitando la exhibición de propuestas y alternativas diversas frente a una problemática concreta.
Cuando las mujeres acceden al poder político, este tipo de afirmación expresa un mensaje que proyecta la inviabilidad de alianza y desarrollo colectivo de las mujeres como género.
Como estrategia, devela la pretensión de generalizar y esteriotipar la relación política de mujeres como enemigas naturales e irreconciliables, creando las condiciones para legitimar una práctica “natural” de aislamiento y alejamiento del poder. Al mismo tiempo que decreta desacuerdos alrededor de agendas comunes, ausencia de solidaridades, alejando las alianzas y desarrollo colectivo del sujeto político mujer.
Socialmente
Respecto a la relación política entre mujeres, aun son escasas las prácticas sostenidas y consolidas en el tiempo (d), que permitan afirmar y generalizar la existencia de tendencias, traducidas en costumbres, menos aun, ser sustentos de atributos de las formas de relación intra género.
La percepción que el empoderamiento político de las mujeres es retardado o impedido por otra mujer, es un mito sostenido tanto por hombres como mujeres, que ven en el acceso y el ejercicio del poder femenino, una amenaza, al tradicional modo de percibir y ejercer el poder político centrado en quienes representan y ejercen el poder, ampliamente desarrollado por Weber (e) sin considerar el análisis del poder disperso que desarrolla señala Arend (f), donde el argumento central es la condición efímera de la posesión del poder en una persona o grupo, debido a que su existencia es abstracta, temporal y delegada, gracias a que muchas personas (pueblo), renuncian personal y voluntariamente a su cuota de poder, a veces conscientemente y otras inconscientemente.
Visto desde quienes poseen el poder político, cuando se plantea que el mismo sea redistribuido, se torna en amenaza a la costumbre y al orden establecido, hasta transformarse en riesgosa cuando va acompañada de exigencia para la atención de los intereses a los que se representa y satisfacción de necesidades existentes que obliga a quien tiene el poder, en servidor/a público.
Políticamente
La idea de enemistad entre mujeres, despoja a la competencia electoral, de su condición de contienda centrada en diversas perspectivas para percibir y concebir problemáticas y propuestas de solución.
La permeabilidad al aniquilamiento, permite a los/as involucrados/as hacerse de una posición de poder político, sin que importe los medios a ser usados, si estos justifican la consecución de los fines.
Si como hemos visto en líneas previas, la enemistad política que suele adoptar tanto hombres como mujeres, la práctica prescinde de una ética electoral, creando las condiciones para que la contienda se restrinja a la apropiación del poder por el poder, antes que el compromiso de estadista que proyecta el desarrollo de una sociedad con el que se compromete a servir. En casos extremos como el peruano, se ha debido recurrir a una convención para celebrar un pacto ético electoral entre candidatos/as durante el 2006 12.
El uso de la poder para acceder al poder, pretende antes que superar al contendor/a, reeditar las guerras cuyo desenlace deseado es de héroe y vencedor.
Algunos estudios sobre las iniciales experiencias de militancia partidaria, destaca como principal barrera, el conservadurismo imperante en el partido, reproductor de prácticas machistas que postergan la participación plena e igualdad de oportunidad de las mujeres, provenientes de prejuicios enraizados en la sociedad y reproducidos en el partido 13. Cuyos líderes condicionan el reconocimiento de la militancia y liderazgo de las mujeres cuando han evidenciado un desempeño superior a los varones “Cuando la mujer demuestre que es mejor que el varón se habrá ganado el espacio y nadie le podrá quitar”…14, gracias a un mérito personal antes que colectivo, debido a que refuerzan una percepción que sentencia y recrea en el imaginario social, la enemistad entre mujeres “… hay dos problemas grandes dentro de la mujer, no sé si en muchas o en pocas: la misma mujer es machista, de eso no me echen la culpa a mí, con mucho respeto, en su día, que la mujer es enemiga de la misma mujer” (ibdem. 14).
Prácticas y procesos socavan el mito
Si bien el acceso de mujeres al poder político, ha dependido principalmente, de la decisión de los partidos políticos para adoptar o adecuar la cuota de mujeres legalmente estipuladas, este ha sido minado por “habilidades políticas” asegurando la representación de las mujeres, por debajo del mínimo establecido en los distintos periodos electorales a partir de mil novecientos noventa y ocho 15.
Esta condición provoca la emergencia y visibilidad de practicas políticas desde y para las mujeres, mostrando que la relación intra géneros contiene mayores gamas de asociación y alianzas que la esteriotipia de enemistad.
Las prácticas de solidaridad y amistad entre las mujeres, han dado paso a alianzas y búsquedas de coincidencias como única posibilidad de arrancar al sistema de poder político imperante las condiciones de su reconocimiento y acceso como género, muchas veces con el riesgo de desconocer diferencias y en otros colocándolos entre paréntesis.
Sólo así es posible constastar la existencia de condiciones para una mayor participación y oportunidad de las mujeres en la política, apenas en tres décadas de presión y lucha sostenida internacional y simultáneamente por las mujeres, produjera una revolución al interior de la práctica política humana, radicalizando la democracia construyendo condiciones para el acceso de las mujeres al ejercicio del poder político, como sucede con la ley de cuotas en el caso peruano 16 y a nivel internacional 17.
La resistencia y exclusión del acceso de las mujeres a los mecanismos y espacios de poder, han sido permeados en sus principales espacios de poder político, tornándolos sensibles a la inclusión positiva de mujeres, gracias a la perseverante presión y exigencia sostenida de mujeres en favor de otras mujeres, como sucede con el derecho universal al voto, las leyes de cuota, la protección del a la salud y el cuerpo de las mujeres erradicando violencia y conductas misóginas.
En estos procesos de lucha, han sido escasas las alianzas con hombres, cuya comprensión y conciencia hayan hecho concesiones o cedido poder a las mujeres, para ello basta mirar el proceso histórico en la política que hemos debido experimentar en el país, América Latina y el mundo 18.
Lo desarrollado provoca nuevas interrogantes:
- ¿Son las mujeres la barrera principal (enemiga) para el acceso de otras mujeres al poder o contrariamente son las artífices y artesanas de su inclusión como género?
- ¿La perspectiva masculina que está en la base de la concepción y desarrollo de la política, es el principal obstáculo para la radicalización del espíritu del principio donde se sustenta la democracia: la igualdad, fraternidad y justicia, recurriendo para ello a sus históricos aliados como el fundamentalismo, el patriarcado, el androcentrismo, machismo, marianismo?
- ¿La presencia de mujeres en el poder político implica la reducción de oportunidades para más hombres en el poder, obligando reeditar tabúes a cerca de las relaciones de enemistad entre mujeres, válidos para periodos de las proto sociedades con pensamiento mágico pese a hallarnos en la era de la digitalidad?
- ¿La inclusión de las mujeres en el poder político podría recrear nuevas prácticas a las existentes creando incertidumbre y temor en los varones que temen al cambio?
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(a) Diaz, José Francisco. Historia del Senado Romano. Establecimiento Tipográfico de Luis Tasso. Barcelona, 1867, 359 p.
(b)Cruz Martínez Esteruelas. La enemistad política Ediciones Nauta, 1971 - 235 p.
(c)Bernstein, Richard. El abuso del mal: la corrupción de la política y la religión desde el 11/9. Katz Editores, 2006 225 p.
(d)Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999, 56 p.
(d)Schmitt, Carl. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1999, 56 p.
(e)Las mujeres letradas en el Perú ejercenn sus derechos a elegir y ser elegidas desde 1956 y sin restricciones por ser iletradas desde 1981, es decir aun no hemos cumplido 29 años de experiencia en estos menesteres.
(f) Weber, Max. Las estructuras del poder. Editorial la Playade, Buenos Aires, 1977,
(g)ARENDT Hannah, ¿Qué es política?, Paidós, Barcelona 1997.
(f) Weber, Max. Las estructuras del poder. Editorial la Playade, Buenos Aires, 1977,
(g)ARENDT Hannah, ¿Qué es política?, Paidós, Barcelona 1997.
La afirmacion al principio de tu post "las mujeres son las principales enemigas de las mujeres" no se asienta en ninguna estadistica, sino en una percepcion, un "lugar comun", ¿verdad? Si aceptamos que es asi, podemos comentar algo: las mujeres tambien pueden ser las principales enemigas de si mismas... y de repente ponemos el dedo en la llaga. Pero yo no puedo estar de acuerdo en nada de esto. La amistad entre mi abuela y la niña que ella adopto (antes que naciera mi madre), se prolongo a lo largo de toda sus vidas y fue una solidaridad tierna e incondicional segun lo recuerdo. Sobrevivio a los sendos matrimonios, los hijos de cada cual, las distancias, las diferencias sociales y un largo etcetera... Ese es mi modelo de amor entre mujeres y tal vez, es la causa por la que solo acepto acercarme a las mujeres cuando las puedo admirar, apreciar o querer de una u otra manera. Cuando fallecio su hija adoptiva, la pena hirio demasiado a mi abuela y fue una de las grandes causas de su declinacion... Yo pienso que ellas siendo amigas en ese lugar detras del velo, alla en la otra vida. Ese amor entre mujeres me ayuda a mirarme al espejo y encontrarme bonita, tan bonita como las veia a ellas cuando se sentaban a rezar su Novena jajaja. ¡Viva el amor entre mujeres!
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