martes, 11 de agosto de 2020

HUMANAS/OS AD PORTAS DEL BANCO: DÍA 151

Hoy fue mi cuarta salida de casa al espacio público desde el 15 de marzo a la fecha. Lo había postergado desde el 25 de julio porque a casa llegó el covid19, uno de nuestros héroes de la familia había sido invadido, pese a que tomó todas las precauciones, cumplió con el confinamiento estoicamente. Sin embargo, se expuso mucho por nosotras, principalmente durante estos tres meses que debió buscar un tratamiento para mi hermana tras el infarto que sufrió, en un tiempo donde todas las otras enfermedades que no son covid19 carecen los servicios especializados y donde los hay están saturados e inaccesible.

Tras la prueba rápida dio negativo, sin embargo, su médico de cabecera sin ser un neumólogo por indicios clínicos, le aconsejó iniciar el tratamiento, eso lo salvó, de lo contrario en estos momentos yo no podría contarlo. El entró en aislamiento en el tercer piso y nosotras tres quedamos detenidas, con temor, tristeza e incertidumbre. Así como completa inmovilidad, mientras no conociéramos la evolución estábamos bajo sospecha. Así que por respeto a los/as otros/as, decidimos seguir el protocolo de aislamiento familiar y vivir lo que nos toca en este tiempo.

Han pasado exactamente 19 días con sus noches, lo peor ya pasó, está recuperándose y nosotras también. Nuevamente tras la prueba rápida, la más expuesta y vulnerable salió negativo, pero no nos confiamos, seguimos con mucho cuidado en casa, con distanciamiento, barbijo y escrupulosa higiene, así como el invaluable apoyo de las redes de amigas y amigos que nos animan, asisten, orienta, sintiéndonos bendecidas/os por ello y agradeciendo a cada una/o infinitamente, polvo de estrellas para cada una/o.

Tenemos hoy un alfil al frente, dando la cara y haciendo todo aquello que es impostergable. Mi hermana y yo, saliendo cuando no queda otra. Y saben, si es posible, salir por aquello únicamente imprescindible y sumando todo lo que puede esperar para hacerlo en una única salida. Así es como hemos ido resolviendo nuestra vida cotidiana, los vínculos indesligables y la relación con el mundo, nuestro pequeño mundo que a veces nos parece todo el planeta, pero todos/as somos solo apenas una micra de él, solo que nuestro ego nos hace creer que somos más.

Las tres veces anteriores sólo me dirigía a un banco y las compras pendientes, esta vez fue a dos y “N” transacciones, la óptica, la compra en dos centros comerciales, porque no todo hallé en una y la farmacia. Salí de casa entrada la mañana, calculando que los lugares a los que me dirigía estarían menos demandados y retorné más allá de la hora del lonche, muerta de sed, tensa y aun con pendientes pero postergables, esta vez apoyada y socorrida por mi hermano elegido José, quien también ya se enfrentó y venció al monstruo y nos apoya con amor y escrupulosa selectividad, gracias por ello hermano elegido del alma.

Hace justamente 20 días, se había desprendido un brazo de mis anteojos de trabajo, en otro momento seguro que eso hubiera significado un malestar impostergable, pero como todo lo que debo resolver lo junto para un día, lo postergué. Hice lo que pude para que siguiera cumpliendo su rol, retornando a siglos previos cuando los lentes sin patillas, eran algo así como una herramienta temporal cuasi dos lupas cerca a los ojos, riéndome de mi misma ante la imagen que la pantalla me devolvía. Mientras recordaba las “N” veces que no me explicaba, por qué las personas andaban con lentes en estado lamentable sin resolverlos a tiempo y colocándose en riesgo.

Hasta recordé a un enamorado de los ochenta, quien me hizo tocar fondo cuando la policía nos detuvo y antes que se acerque, él sacó sus lentes con una liga a cambio de un brazo y se lo puso con el mayor aplomo y frialdad. Cuál habrá sido mi expresión que me dijo: “Ya sé lo que vas a decir, pero en verdad no he tenido tiempo y no lo uso”. Yo quedé muda, quienes me conocen, saben que eso no suele sucederme, en aquellos tiempos más, pero esa vez enmudecí y miré hacia fuera del vehículo, haciendo un check list de las razones por las que lo dejaría: i) no se quería como persona porque dejaba de usar algo que le era necesario, ii) ergo poco podía querer a otra persona, iii) violaba una norma y no lo asumía, iii) le miraba la cara al policía engañándolo, iv) me involucraba y hacía cómplice, v) alguien que te ama es escrupuloso en todos los aspectos de la vida y vi) jamás te expone.

Seguramente él creyó haberme controlado cuando no dije nada, no siempre debemos gustar a los hombres cuando las mujeres nos callamos, porque no estamos ausentes, sino tomando decisiones trascendentes, no lo volví a ver hasta hoy. Sin embargo, esta pandemia y mi propia situación me hizo pensar en aquellas cosas postergables hasta a veces lindar con la negligencia, sólo que depende del cristal con el que se mire y el contexto en que se produzca. Sin embargo, mi evaluación de ayer sobre la conducta humana sigue siendo igual de válidas y volvería a tomar la misma decisión bajo los mismos indicadores.

Desde el año pasado mi TV personal dejó de funcionar y no veo noticias, películas, series, etc. sólo la red, pero no me ha hecho falta, porque tenía un equipo con radio. Sucede que también la radio se dañó, así que tiene un sonido infernal cada vez que le da la gana. A ello se sumó que el parlante de mi CPU perdió el sonido de un día para otro en plena conferencia para el diseño de la presentación de mi curso virtual, más adelante fue la cámara. La laptop nunca tuvo buen sonido, pero me era útil para las webinar y suficiente con mis audífonos que de un día para otro tampoco me permitía transmitir. Así que mi Karma del silencio cayó con su peso completo a mi rededor. Lo asumí e ingenié para escuchar y conectarme por celulares, hasta que uno de ellos simplemente no sé cómo se colocó en modo audio irreversible (sin teclado).

Y allí estaban, esperando su turno de ser puesto en forma, junto con mi termómetro que rompí tratando de bajar el mercurio, las pilas recargables de mi tensiómetro, que hoy trabaja ininterrumpidamente absorbiendo las pilas convencionales en un santiamén haciéndonos fuente de contaminación sostenida. Mi jabón líquido de glicerina para el cuerpo y rostro inexistente por estos lares. Mi mouse pequeño sigue descargándome energía de tanto en tanto, así como mi estabilizador requiere respaldo del estabilizador de mi sobrino, mi cuenta a la farmacia de servicios prestados con amor, pero al crédito esperando cancelación, transformándose en pequeños pendientes que llevan tiempo resolver cada uno si se suman, pero cuando una sale todos los días de casa, ni lo sientes porque es algo que haces al paso.

He ido resolviendo poco a poco algunos estos dramas domésticos y laborales, gracias al apoyo de seres en verdad de luz, como mi hijo putativo que llevó mi laptop y por eso pude escribir ayer y hoy sin congelarme en el segundo piso. Así que para hoy debía resolver por lo menos la mitad de mis necesidades postergadas, especialmente en sonido que me endulzara el alma, pero que una vez más es un pendiente, porque del banco salí cerca a las tres de la tarde. Sólo eran dos cajeras, por turno y llegué cuando la fila era casi una cuadra, mi gran amigo-hermano me dijo: “yo tengo que hacer un servicio más me llamas cuando salgas, le dije gracias. Haré también mercado así que puedes tomarte tú tiempo, y esto, veo que será un tiempo perdido”. Sin embargo, no fue para nada un tiempo perdido.

Todo empezó, cuando nos dimos cuenta que uno de los clientes se había paseado por todos los servicios y no salía, alguien comentó que no tenía consideración con quienes hacíamos cola. El señor que estaba detrás mío dijo. Tomémoslo con calma no sabemos lo que el señor está viviendo. Además, estamos bendecidos, porque en el 21 la cola es 10 cuadras, también porque podemos estar haciendo cola y no en UCI.

Yo comenté que, si no cambiamos y somos tolerantes hoy, no cambiaremos nunca y seguiremos siendo personas de 4a y 5a, tal como nos enrostró un presidente que seguro no descansa en paz porque tiene tantas deudas. Si no queríamos cambiar por nosotras/os lo hiciéramos por quienes nos siguen, estábamos aun a tiempo, por estos jóvenes que no han aprendido a frustrarse y/o enfrentar situaciones extremas al punto que dan o toman la vida por un celular. Porque de tanto temer al hambre y la pobreza los padres hemos salido de casa a trabajar quedando hijos e hijas al cuidado de alguien igual, el tío/a, abuela/o, vecina/o, una cuna, pero principalmente teniendo como nana a la TV. basura, perdiendo de vista valores, la ética, prioridades, respeto, solidaridad.

El señor que estaba adelante mío dijo, si señora tiene razón estamos dando tanto valor a lo material y el dinero que hemos olvidado lo principal, el amor a la vida, al prójimo y el temor a Dios. Otro añadió, bien difícil cambiar señora, todo está podrido por todos lados y cada vez más desde arriba hasta abajo.

Yo volvía a la carga, señalé que, si esta pandemia no nos enseña a priorizar y distinguir lo necesario de lo innecesario, lo importante de lo urgente, lo invaluable de lo valioso, lo imprescindible de lo prescindible no sólo el distrito ni país está en peligro, sino todo el planeta podría desaparecer. Un joven respondió, puede ser, pero con esta pandemia todos nos vamos a contagiar eso es indudable, es inobjetable. Y estar en cuarentena no ha servido para nada.

Lo miro a los ojos y le digo, tienes razón en parte, el problema no es si nos invade o no el Covid19, sino cuando lo hace, no es lo mismo infectarnos con 90 camas UCI en todo el país en marzo que las cerca de 2000 hoy, aun así, insuficientes por la desobediencia. Nosotros/as por esas condiciones del universo nos tocó un presidente de paso, que priorizó la medida social más radical el 15 de marzo, pero no le hicimos caso, no fracasó la cuarentena como política, fracasamos los/as peruanos/as que no quisimos hacer la cuarentena, quienes se opusieron y pese a la medida seguían burlándose de ella.

Si hubiéramos sido disciplinados/as, hoy no tendríamos las muertes que pesan sobre todos/as, especialmente los hombros de quienes llevaron el virus a sus seres amados y de aquellos/as que despreciaron las medidas. Hoy no tenemos neumólogos en primera fila porque han caído, tampoco cardiólogos. Hoy sabemos más de la enfermedad que en marzo y podíamos haber evitado tantas que nos ayudarían como el de los médicos, enfermeras, auxiliares.

Un joven dice, señora no exagere, mi madre de 75 años fue admitida en UCI y hoy está bien, quiere decir que tuvo suerte. Otra señora le dice, joven su caso es una excepción, tuvo suerte, porque hoy no hay cama en UCI todas están ocupadas, si usted o yo nos ponemos mal no hay cama.

Yo pregunto, seguro que su mamá se enfermó después del día de la madre, él asintió. Como ve, ha caído con la una primera ola donde había un pequeño margen que se agotó tras el día de la madre y se saturó con la segunda después del día del padre que seguíamos en cuarentena. ¿Y saben por qué?

Todos/as me miraron interrogantes yo a mi vez yo pedí: “Levante la mano quien ha tenido o tiene alguien cercano o conocido/a que ha sido afectado y lo ha superado y otros que han muerto? Y casi todos levantaron la mano. Como ven la enfermedad no es igual para todos/as, depende de nuestro organismo, de nuestro ser y nuestras condiciones para luchar por la vida. La señora de 75 sin duda aprendió y sabe cómo hacerlo. Pero otro de 30, que sólo sabe de placer y satisfacción, no han aprendido cómo superar una crisis un peligro,  por cuanto muere o se suicida.

Un señor dijo, señora eso es cierto, miré yo conocí a un señor que de un día para otro perdió 50 mil dólares que era su capital de trabajo. Se lo robaron. El era una persona muy bien plantada, autoritaria, destacaba en el mercado y todos le temían, pero cuando esto le pasó, él se volvió loco. Fue internado en el Larco Herrera, luego lo sacaron, se perdió, lo encontraron, pero nunca se recuperó, él ya murió.

Una señora anotó, a veces no es fácil salir adelante ante una desgracia, mi vecino tiene hoy una gran depresión, se murieron sus padres, sus suegros, un hijo y su esposa acaba de morir por el Covid19. Estamos apoyándolo, pero él no pone de su parte quiere morirse y apenas tiene 30 años, se siente culpable porque fue el quien contagió a sus padres.

Yo añadí, cuando digo que no hemos enseñado a esta generación a enfrentar frustraciones y fortalecerse en tiempos de crisis me refiero a que no tienen idea de aquello que tiene mayor valor en el ser humano que en primer lugar es la vida. Por eso la indisciplina, irresponsabilidad y exposición social.

Hace muchos años cuando estudié el instinto materno, me fue demostrado que no existe, para que un instinto exista no debe haber excepciones y hay mujeres que matan a sus hijos/as. En cambio, descubrí que el único instinto que todos/as compartimos como especie es el de la supervivencia, en una situación extrema luchamos por vivir con toda nuestra fuerza, por eso el primer valor humano es la vida.

Y como somos seres sociales y no hongos, que es lo que le sucede a su vecino nuestro segundo valor es la familia por ser nuestro referente de amor, si no aprendemos a amar a la familia: padres, hermanos/as, abuelos/as, sin duda no aprenderemos a elegir ni seremos bien elegidos para formar una familia sólida. En tercer lugar, están las otras personas, un ser humano igual a mí en derechos, pero diferente en condiciones, especialmente el más débil o quien está en riesgo, por quien puedo y debo postergar mis ímpetus, mi egoísmo, hacer la excepciòn. En cuarto lugar, está la gratitud y el desprendimiento por todo lo que nos rodea que hemos hallado sin esforzarnos, ese es el lugar donde vivimos, no la casa de cuatro paredes sino el planeta y todos los seres, por eso cada animal, planta, río, el cerro, merece respeto y cuidado, de modo que seamos capaces de dejarlo sino mejor, por lo menos igual como lo encontramos. Estos valores y prioridades nos hacen seres humanos. Después de eso viene todo lo demás, el poder, el dinero, el prestigio, el placer, el sexo, el bien estar o estar bien, la celebración, los aplausos.

Si eso no está claro y depositamos nuestro valor en el dinero, un carro, una casa, una empresa, su pérdida nos hace perder la razón como en tu historia. Nuestro egoísmo, que no es otra cosa que ese ego de creernos super hombres y mujeres, hace que neguemos el riesgo y la realidad. Por cuanto nos burlamos de él porque estamos pensando sólo en nuestro estado y condición, sin medir que nuestro comportamiento si bien prueba que somos más fuertes, pone en riesgo al débil que está a nuestro costado, tu vecino que se ha dado a morir, tiene salvación porque le está funcionando su sentimiento de culpa, un sentimiento humano que hace ocuparnos y ayudar al otro/a. Si lo acompañan y hacen sentir que no está solo, que puede ayudarse y ayudar a otros/as, saldrá adelante.

Y quieren saber cómo se vive al Covid19, les contaré, aquí tenemos tiempo para rato. Saqué mi celular y pregunté alguien con buena vista y voz quiere leer, uno de los jóvenes dijo yo. Bien le contesté, dime tu número y te lo envío, así fue y Javier como se llama el joven leyó en voz alta el testimonio de Fredy Esquivel Montoya, quien escribió sobre cómo vivió y ha sobrevivido al Covid19, para ayudar a aquellos/as que vivía algo semejante o supiera como enfrentar cuando tuviera que vivir lo mismo.

Javier leía, mientras yo pensaba: “Si sólo una persona de las que estaba ahí había comprendido, mis horas de cola habían sido bien invertidas”. Comprobando una vez más que cambiaremos al mundo moviéndonos en él y hablando en voz alta, publicitando el pensamiento, generando corriente de opinión o sólo compartiendo para dejar salir, todo lo que tenemos atravesado adentro.

 Al final de la lectura todos querían que le reenvié el testimonio esa tarea se la cedí a Javier. Y si alguien más quiere el testimonio, puede pedirlo lo compartiré con gusto.


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