Tras la prueba rápida dio negativo, sin embargo, su médico de
cabecera sin ser un neumólogo por indicios clínicos, le aconsejó iniciar el
tratamiento, eso lo salvó, de lo contrario en estos momentos yo no podría
contarlo. El entró en aislamiento en el tercer piso y nosotras tres quedamos
detenidas, con temor, tristeza e incertidumbre. Así como completa inmovilidad,
mientras no conociéramos la evolución estábamos bajo sospecha. Así que por
respeto a los/as otros/as, decidimos seguir el protocolo de aislamiento
familiar y vivir lo que nos toca en este tiempo.
Han pasado exactamente 19 días con sus noches, lo peor ya
pasó, está recuperándose y nosotras también. Nuevamente tras la prueba rápida, la
más expuesta y vulnerable salió negativo, pero no nos confiamos, seguimos con
mucho cuidado en casa, con distanciamiento, barbijo y escrupulosa higiene, así
como el invaluable apoyo de las redes de amigas y amigos que nos animan, asisten,
orienta, sintiéndonos bendecidas/os por ello y agradeciendo a cada una/o infinitamente,
polvo de estrellas para cada una/o.
Tenemos hoy un alfil al frente, dando la cara y haciendo
todo aquello que es impostergable. Mi hermana y yo, saliendo cuando no queda otra.
Y saben, si es posible, salir por aquello únicamente imprescindible y sumando
todo lo que puede esperar para hacerlo en una única salida. Así es como hemos
ido resolviendo nuestra vida cotidiana, los vínculos indesligables y la relación
con el mundo, nuestro pequeño mundo que a veces nos parece todo el planeta,
pero todos/as somos solo apenas una micra de él, solo que nuestro ego nos hace
creer que somos más.
Las tres veces anteriores sólo me dirigía a un banco y las
compras pendientes, esta vez fue a dos y “N” transacciones, la óptica, la
compra en dos centros comerciales, porque no todo hallé en una y la farmacia. Salí
de casa entrada la mañana, calculando que los lugares a los que me dirigía estarían
menos demandados y retorné más allá de la hora del lonche, muerta de sed, tensa
y aun con pendientes pero postergables, esta vez apoyada y socorrida por mi
hermano elegido José, quien también ya se enfrentó y venció al monstruo y nos
apoya con amor y escrupulosa selectividad, gracias por ello hermano elegido del
alma.
Hace justamente 20 días, se había desprendido un brazo de mis
anteojos de trabajo, en otro momento seguro que eso hubiera significado un
malestar impostergable, pero como todo lo que debo resolver lo junto para un día,
lo postergué. Hice lo que pude para que siguiera cumpliendo su rol, retornando a
siglos previos cuando los lentes sin patillas, eran algo así como una
herramienta temporal cuasi dos lupas cerca a los ojos, riéndome de mi misma ante
la imagen que la pantalla me devolvía. Mientras recordaba las “N” veces que no
me explicaba, por qué las personas andaban con lentes en estado lamentable sin
resolverlos a tiempo y colocándose en riesgo.
Hasta recordé a un enamorado de los ochenta, quien me hizo
tocar fondo cuando la policía nos detuvo y antes que se acerque, él sacó sus
lentes con una liga a cambio de un brazo y se lo puso con el mayor aplomo y frialdad.
Cuál habrá sido mi expresión que me dijo: “Ya sé lo que vas a decir, pero en
verdad no he tenido tiempo y no lo uso”. Yo quedé muda, quienes me conocen,
saben que eso no suele sucederme, en aquellos tiempos más, pero esa vez enmudecí
y miré hacia fuera del vehículo, haciendo un check list de las razones por las
que lo dejaría: i) no se quería como persona porque dejaba de usar algo que le era
necesario, ii) ergo poco podía querer a otra persona, iii) violaba una norma y
no lo asumía, iii) le miraba la cara al policía engañándolo, iv) me involucraba
y hacía cómplice, v) alguien que te ama es escrupuloso en todos los aspectos de
la vida y vi) jamás te expone.
Seguramente él creyó haberme controlado cuando no dije nada,
no siempre debemos gustar a los hombres cuando las mujeres nos callamos, porque
no estamos ausentes, sino tomando decisiones trascendentes, no lo volví a ver
hasta hoy. Sin embargo, esta pandemia y mi propia situación me hizo pensar en aquellas
cosas postergables hasta a veces lindar con la negligencia, sólo que depende
del cristal con el que se mire y el contexto en que se produzca. Sin embargo, mi
evaluación de ayer sobre la conducta humana sigue siendo igual de válidas y volvería
a tomar la misma decisión bajo los mismos indicadores.
Desde el año pasado mi TV personal dejó de funcionar y no
veo noticias, películas, series, etc. sólo la red, pero no me ha hecho falta,
porque tenía un equipo con radio. Sucede que también la radio se dañó, así que tiene
un sonido infernal cada vez que le da la gana. A ello se sumó que el parlante
de mi CPU perdió el sonido de un día para otro en plena conferencia para el
diseño de la presentación de mi curso virtual, más adelante fue la cámara. La laptop
nunca tuvo buen sonido, pero me era útil para las webinar y suficiente con mis audífonos
que de un día para otro tampoco me permitía transmitir. Así que mi Karma del
silencio cayó con su peso completo a mi rededor. Lo asumí e ingenié para
escuchar y conectarme por celulares, hasta que uno de ellos simplemente no sé cómo
se colocó en modo audio irreversible (sin teclado).
Y allí estaban, esperando su turno de ser puesto en forma, junto
con mi termómetro que rompí tratando de bajar el mercurio, las pilas recargables
de mi tensiómetro, que hoy trabaja ininterrumpidamente absorbiendo las pilas
convencionales en un santiamén haciéndonos fuente de contaminación sostenida. Mi
jabón líquido de glicerina para el cuerpo y rostro inexistente por estos lares.
Mi mouse pequeño sigue descargándome energía de tanto en tanto, así como mi
estabilizador requiere respaldo del estabilizador de mi sobrino, mi cuenta a
la farmacia de servicios prestados con amor, pero al crédito esperando cancelación,
transformándose en pequeños pendientes que llevan tiempo resolver cada uno si
se suman, pero cuando una sale todos los días de casa, ni lo sientes porque es
algo que haces al paso.
He ido resolviendo poco a poco algunos estos dramas domésticos
y laborales, gracias al apoyo de seres en verdad de luz, como mi hijo putativo
que llevó mi laptop y por eso pude escribir ayer y hoy sin congelarme en el
segundo piso. Así que para hoy debía resolver por lo menos la mitad de mis
necesidades postergadas, especialmente en sonido que me endulzara el alma, pero
que una vez más es un pendiente, porque del banco salí cerca a las tres de la
tarde. Sólo eran dos cajeras, por turno y llegué cuando la fila era casi una
cuadra, mi gran amigo-hermano me dijo: “yo tengo que hacer un servicio más
me llamas cuando salgas, le dije gracias. Haré también mercado así que puedes
tomarte tú tiempo, y esto, veo que será un tiempo perdido”. Sin embargo, no
fue para nada un tiempo perdido.
Todo empezó, cuando nos dimos cuenta que uno de los clientes
se había paseado por todos los servicios y no salía, alguien comentó que no tenía
consideración con quienes hacíamos cola. El señor que estaba detrás mío dijo. Tomémoslo
con calma no sabemos lo que el señor está viviendo. Además, estamos bendecidos,
porque en el 21 la cola es 10 cuadras, también porque podemos estar haciendo
cola y no en UCI.
Yo comenté que, si no cambiamos y somos tolerantes hoy, no
cambiaremos nunca y seguiremos siendo personas de 4a y 5a, tal como nos enrostró
un presidente que seguro no descansa en paz porque tiene tantas deudas. Si no queríamos
cambiar por nosotras/os lo hiciéramos por quienes nos siguen, estábamos aun a
tiempo, por estos jóvenes que no han aprendido a frustrarse y/o enfrentar situaciones
extremas al punto que dan o toman la vida por un celular. Porque de tanto temer
al hambre y la pobreza los padres hemos salido de casa a trabajar quedando
hijos e hijas al cuidado de alguien igual, el tío/a, abuela/o, vecina/o, una
cuna, pero principalmente teniendo como nana a la TV. basura, perdiendo de vista
valores, la ética, prioridades, respeto, solidaridad.
El señor que estaba adelante mío dijo, si señora tiene razón
estamos dando tanto valor a lo material y el dinero que hemos olvidado lo principal,
el amor a la vida, al prójimo y el temor a Dios. Otro añadió, bien difícil cambiar
señora, todo está podrido por todos lados y cada vez más desde arriba hasta
abajo.
Yo volvía a la carga, señalé que, si esta pandemia no nos
enseña a priorizar y distinguir lo necesario de lo innecesario, lo importante
de lo urgente, lo invaluable de lo valioso, lo imprescindible de lo prescindible
no sólo el distrito ni país está en peligro, sino todo el planeta podría desaparecer.
Un joven respondió, puede ser, pero con esta pandemia todos nos vamos a
contagiar eso es indudable, es inobjetable. Y estar en cuarentena no ha servido
para nada.
Lo miro a los ojos y le digo, tienes razón en parte, el problema
no es si nos invade o no el Covid19, sino cuando lo hace, no es lo mismo
infectarnos con 90 camas UCI en todo el país en marzo que las cerca de 2000 hoy,
aun así, insuficientes por la desobediencia. Nosotros/as por esas condiciones
del universo nos tocó un presidente de paso, que priorizó la medida social más
radical el 15 de marzo, pero no le hicimos caso, no fracasó la cuarentena como
política, fracasamos los/as peruanos/as que no quisimos hacer la cuarentena, quienes
se opusieron y pese a la medida seguían burlándose de ella.
Si hubiéramos sido disciplinados/as, hoy no tendríamos las
muertes que pesan sobre todos/as, especialmente los hombros de quienes llevaron
el virus a sus seres amados y de aquellos/as que despreciaron las medidas. Hoy
no tenemos neumólogos en primera fila porque han caído, tampoco cardiólogos. Hoy
sabemos más de la enfermedad que en marzo y podíamos haber evitado tantas que
nos ayudarían como el de los médicos, enfermeras, auxiliares.
Un joven dice, señora no exagere, mi madre de 75 años fue
admitida en UCI y hoy está bien, quiere decir que tuvo suerte. Otra señora le
dice, joven su caso es una excepción, tuvo suerte, porque hoy no hay cama en
UCI todas están ocupadas, si usted o yo nos ponemos mal no hay cama.
Yo pregunto, seguro que su mamá se enfermó después del día
de la madre, él asintió. Como ve, ha caído con la una primera ola donde había un
pequeño margen que se agotó tras el día de la madre y se saturó con la segunda después
del día del padre que seguíamos en cuarentena. ¿Y saben por qué?
Todos/as me miraron interrogantes yo a mi vez yo pedí: “Levante
la mano quien ha tenido o tiene alguien cercano o conocido/a que ha sido
afectado y lo ha superado y otros que han muerto? Y casi todos levantaron la
mano. Como ven la enfermedad no es igual para todos/as, depende de nuestro
organismo, de nuestro ser y nuestras condiciones para luchar por la vida. La
señora de 75 sin duda aprendió y sabe cómo hacerlo. Pero otro de 30, que sólo sabe
de placer y satisfacción, no han aprendido cómo superar una crisis un peligro, por cuanto muere o se
suicida.
Un señor dijo, señora eso es cierto, miré yo conocí a un
señor que de un día para otro perdió 50 mil dólares que era su capital de trabajo.
Se lo robaron. El era una persona muy bien plantada, autoritaria, destacaba en
el mercado y todos le temían, pero cuando esto le pasó, él se volvió loco. Fue
internado en el Larco Herrera, luego lo sacaron, se perdió, lo encontraron,
pero nunca se recuperó, él ya murió.
Una señora anotó, a veces no es fácil salir adelante ante
una desgracia, mi vecino tiene hoy una gran depresión, se murieron sus padres,
sus suegros, un hijo y su esposa acaba de morir por el Covid19. Estamos apoyándolo,
pero él no pone de su parte quiere morirse y apenas tiene 30 años, se siente culpable
porque fue el quien contagió a sus padres.
Yo añadí, cuando digo que no hemos enseñado a esta generación
a enfrentar frustraciones y fortalecerse en tiempos de crisis me refiero a que
no tienen idea de aquello que tiene mayor valor en el ser humano que en primer lugar
es la vida. Por eso la indisciplina, irresponsabilidad y exposición social.
Hace muchos años cuando estudié el instinto materno, me fue
demostrado que no existe, para que un instinto exista no debe haber excepciones
y hay mujeres que matan a sus hijos/as. En cambio, descubrí que el único instinto
que todos/as compartimos como especie es el de la supervivencia, en una situación
extrema luchamos por vivir con toda nuestra fuerza, por eso el primer valor
humano es la vida.
Y como somos seres sociales y no hongos, que es lo que le
sucede a su vecino nuestro segundo valor es la familia por ser
nuestro referente de amor, si no aprendemos a amar a la familia: padres,
hermanos/as, abuelos/as, sin duda no aprenderemos a elegir ni seremos bien
elegidos para formar una familia sólida. En tercer lugar, están las otras personas,
un ser humano igual a mí en derechos, pero diferente en
condiciones, especialmente el más débil o quien está en riesgo, por quien puedo
y debo postergar mis ímpetus, mi egoísmo, hacer la excepciòn. En cuarto lugar, está
la gratitud y el desprendimiento por todo lo que nos rodea que hemos hallado
sin esforzarnos, ese es el lugar donde vivimos, no la casa de cuatro paredes
sino el planeta y todos los seres, por eso cada animal, planta, río, el cerro,
merece respeto y cuidado, de modo que seamos capaces de dejarlo sino mejor, por
lo menos igual como lo encontramos. Estos valores y prioridades nos hacen seres
humanos. Después de eso viene todo lo demás, el poder, el dinero, el prestigio,
el placer, el sexo, el bien estar o estar bien, la celebración, los aplausos.
Si eso no está claro y depositamos nuestro valor en el
dinero, un carro, una casa, una empresa, su pérdida nos hace perder la razón
como en tu historia. Nuestro egoísmo, que no es otra cosa que ese ego de creernos
super hombres y mujeres, hace que neguemos el riesgo y la realidad. Por cuanto
nos burlamos de él porque estamos pensando sólo en nuestro estado y condición, sin
medir que nuestro comportamiento si bien prueba que somos más fuertes, pone
en riesgo al débil que está a nuestro costado, tu vecino que se ha dado
a morir, tiene salvación porque le está funcionando su sentimiento de culpa, un
sentimiento humano que hace ocuparnos y ayudar al otro/a. Si lo acompañan y
hacen sentir que no está solo, que puede ayudarse y ayudar a otros/as, saldrá adelante.
Y quieren saber cómo se vive al Covid19, les contaré, aquí tenemos
tiempo para rato. Saqué mi celular y pregunté alguien con buena vista y voz quiere
leer, uno de los jóvenes dijo yo. Bien le contesté, dime tu número y te lo envío,
así fue y Javier como se llama el joven leyó en voz alta el testimonio de Fredy
Esquivel Montoya, quien escribió sobre cómo vivió y ha sobrevivido al
Covid19, para ayudar a aquellos/as que vivía algo semejante o supiera como enfrentar
cuando tuviera que vivir lo mismo.
Javier leía, mientras yo pensaba: “Si sólo una persona de
las que estaba ahí había comprendido, mis horas de cola habían sido bien
invertidas”. Comprobando una vez más que cambiaremos al mundo moviéndonos en él
y hablando en voz alta, publicitando el pensamiento, generando corriente de opinión
o sólo compartiendo para dejar salir, todo lo que tenemos atravesado adentro.
Al final de la
lectura todos querían que le reenvié el testimonio esa tarea se la cedí a Javier.
Y si alguien más quiere el testimonio, puede pedirlo lo compartiré con gusto.
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