lunes, 10 de agosto de 2020

CUANDO MUERE UNA DIRIGENTE DE COMEDOR POPULAR AUTOGESTIONARIO: DÍA 150

Marcela Cerda se ha ido, ha partido a ese lugar que nos genera múltiples emociones, curiosidad y  temor. Respecto al cual se han tejido muchas hipótesis y aventurado diversas imaginaciones. Marcela  está descubriendo en que consiste, te deseo buen viaje y eterno descanso de una vida azarosa y entregada al servicio, la movilización, la gestión, representación y la lucha cotidiana por hacer de este país un mejor lugar para quienes son menos privilegiados/as, para los/as pobres.

Fue a lo largo de su vida la Dirigente de la Central de Comedores Autogestionario de Ate, cuya base es La Zona II y  en su interior el Comedor Micaela Bastidas I. haciéndose Delegada en el Comité de Gestión Distrital de Ate.
También han partido, como si fuera una más de las marchas de protesta o reivindicación Josefa Sosa y Jacinta Machado, ambas de la Central de Comedores Autogestionarios de Santa Anita y  Jacinta ex presidenta de CEDIMOCSA. También fue parte del Comité de Gestión Local de su distrito.

Sus defunciones me trajo a la memoria otras muertes de dirigentes  y asociadas de comedores populares realmente autogestionarios, que pone a prueba lo que son y cuánto pueden, cada vez que un hecho trascendente como este sucede.

Por cuanto un modo de honrarlas es dejando constancia de lo que fue un comedor popular autogestionario, tan diversamente percibida, anotada, analizada y registrada en muchos textos. Por quienes muchas veces se acercaron sólo para la investigación. En mi caso conviví, aporté y apoyé a los comedores autogestionarios sostenidamente desde 1984 hasta 1995, a nivel distrital, conal  nacional y provincias, por cuanto pueda que no tenga toda la objetividad científica desde el positivismo, pero nadie podrá decirme que no sé de lo que hablo y es tan válida mi mirada desde el post modernismo, que reconoce cómo la realidad influye en el cientista como el cientista en determinada realidad.

La primera muerte dramática de una dirigente de Comedores Populares Autogestionarios lo experimenté en 1991 en el distrito de Los Olivos -tras el shock de Fujimori en agosto de 1990-, periodo en el cual las familias peruanas empobrecieron y muchas personas murieron del  cólera,  TBC, paro cardiaco y suicidio. 

En ese escenario, las mujeres de los comedores populares se irguieron recordándome a Scarlett O'Hara, arañando la tierra para sacar la última semilla de sus entrañas y transformarlo en alimento para sobrevivir. Pero para contarles como fue es preciso que las/os ubique en el contexto, puesto que de otro modo ni yo me explicaría, ni ustedes me entenderían, especialmente las/os más jóvenes.

Antes del Shock había hasta cuatro  grandes tipos de comedores: a) los comedores populares autogestionarios (CPA) sólo con el aporte y gestión de sus asociadas, b) los comedores populares promovidos, con apoyo alimentario y cierta injerencia de algunas iglesias,  sub-denominadas como  comedores de: Care, Prodia, Cáritas,  Ofasa, etc. acorde a la agencia e iglesia que las apoyaba, pero eso era de puertas hacia adentro, puesto que hacia afuera para todas/os eran Comedores Populares (CCPP), haciendo un único frente ante cualquier amenaza u oportunidad. Desde los ochenta hasta 1990, los  CPA y CCPP pugnaban por distinguirse de los Comedores creados con fines políticos, porque hasta ese momento tenían mucha claridad de quien eran quien.

Su primer deslinde fue con las cocinas familiares de Acción Popular que era eso, una cocina para expedir alimentos a bajo precio con mujeres cocineras sub empleadas y en algunos casos trabajando por alimentos. A ello se sumó  el APRA creado apenas iniciado su primer gobierno el PAD (Programa de Asistencia Directa), que es el mismo subsidio alimentario  dirigido principalmente  a los Clubes de Madres, con el fin político de desmantelar y desmovilizar a los CCPP, pero las halló bien plantada. Ellas les hicieron todas las movilizaciones que hicieron falta hasta ser reconocidas e incluidas sin distinción planteando  como contrapropuesta que el programa incluyera una canasta alimentaria que además asegurara seguridad alimentaria en al país, a través de su "protesta con propuesta". 

Es un esfuerzo por la defensa de su identidad y autonomía, se crea en junio de 1986 la CNCP- Comisión Nacional Provisional de Comedores para lograr la centralización nacional de los mismos. Sin embargo en el camino postergo este objetivo para transformarse en Comisión Nacional de Comedores (CNC), urgidas por un rol contestatario antes que estratégico y de fortalecimiento organizativo asumiendo 4 de 5 mujeres la voz de las miles, aun cuando mucho más adelante se crearon las centrales conales fueron devastadas políticamente, pudiendo estar allí el talón de Aquiles de su posterior desarticulación y aplanamiento por Fujimori que arrasó tanto con los CCPP como con la Coordinadora del Vaso de Leche, respecto a la condición y perspectiva de organización que perfilaban, para convertirlas en reducto de las mismas líderes que se anquilosaron. Fujimori  supo liquidar a una cúpula de dirigentes en proceso de hacerse. 

Más adelante  el PAD sería fusionado con la Oficina Nacional de Apoyo Alimentario (1992) transformándose  en PRONAA  (Programa Nacional de Asistencia Alimentaria) por Fujimori, más adelante con la creación del MIDIS- Ministerio de  Desarrollo e Inclusión Social, metamorfoseo hasta transformarse en emprendimientos alimentarios 2018 [1],   hasta transformarse el PCAPS -Programa de Complementación Alimentaria y Protección Social , que reducido a PCA -Programa de Complementación Alimentaria se encuentra actualmente en manos de las regiones y municipios locales, habiéndose   reducido e proveer un subsidio económico constante y sonante (ver cuarta cláusula inciso i)[2] que le permitió a cada gobierno de turno  clientelismo político, probablemente el más descarado e insultante a la labor e inteligencia de las mujeres fue el del fujimorismo durante los noventa, terminando por engullir a los históricos CCPP y CPA  a lo largo de una década. Sin embargo los gobiernos sucesivos no se quedaron atrás hicieron mucho mérito para secundarlo y hasta superarlo, deconstruir a cada hacedor/a de política en sus obras es otro detalle pendiente.  

Este modo de percibir y tratar a los comedores, animó a que en su interior se  estableciera un sistema de enquistamiento en el poder de la mayoría de  las dirigentes, perdiendo la dinámica, sistema y espacio organizativo que se perfiló durante los ochenta. Hasta hoy que terminaron por cuasi uniformizar las diversas modalidades y orígenes de los CCPP transformados en aquello contra lo que combatieron en sus inicios .

Con ello disuadir a miles de dirigentes que venían construyendo un nuevo tipo de liderazgo en la zona urbana de Lima y las grandes ciudades del país. Quienes  permanecieron o se sumaron, imitaron a los viejos modelos caudillistas, paternalistas y autoritarias que se perennizaron, por ello, solo basta ver que no hay dirigentes con las edades en que ellas se iniciaron. Algunos análisis se han centrado en explicar este fenómeno como impacto de la violencia política, que desde mi experiencia si bien estuvo presente, en verdad no las aniquiló, aun cuando las golpeó fuertemente, es más  se asume que  el Fujimorismo aniquiló a SL con la caída de Abimael Guzmán, no se explica que las organizaciones de comedores y vaso de leche fueran desmontadas posteriormente.

La presión y presencia de la violencia política, lo viví de cerca, por ejemplo tras el Shock de agosto 1990, haciendo mi labor de asesoría y recorrido por la nueva zona de Confraternidad en el  recién creado distrito de Los Olivos, donde había más de cinco Asentamientos Humanos (AH)  divididos territorial y políticamente en cuyo interior habían nacido muchos comedores, en tres momentos fui intervenida por el MRTA y dos por SL. Uno de ellos,  en compañía de Agustina Anchante, la dirigente distrital de Los Olivos (1991), pero eso es otro cuento aparte que ambas recordamos siempre que nos encontramos. No pasó  del susto de ver a un hombre jóven cuasi un niño armado y constatar que mi labor estaba bajo vigilancia. 

Los del MRTA se aproximaron tras uno de los talleres y me dijeron que hacía buena labor en favor del pueblo, se trataba de un proceso electoral que se iniciaba en las bases, democratizando procesos que en ese entonces sólo se producían en encuentros y convenciones. Los de SL nos dejaron claro que podíamos ingresar a la zona sólo con su venia y hasta donde nos permitieran. 

Cuando informé de lo sucedido a la institución para la que trabajaba, como única medida de protección sólo me quitaron la camioneta con la que hacía el recorrido. Claro yo seguía desplazándome en toda la zona como Pedro por su casa, inclusive con el libro de Gustavo Gorriti "Sendero" bajo el brazo para leerlo en el micro, mis reuniones empezaban a las cinco y terminaban a las 8 o 10 de la noche sin energía eléctrica, es una de las razones por las que suelo decir que cuando uno es joven y vehemente, también es suicida. 

Por estas cosas experimentadas en primera persona, sigo pensando que fueron otras las condiciones que se crearon desde adentro de las organizaciones y aliados, retrasando procesos que  impidió  a las mujeres líderes y dirigentes responder a Fujimori como lo hicieron contra el APRA,  y porque esté, so pretexto de lucha contra la subversión colocó una espada de Dámocles sobre todas las cabezas.

En  este escenario de afirmaciones y re-conversiones, el Comedor Popular Autogestionario Las Revolucionarias (distrito de Los Olivos) había crecido a tres cocinas, funcionado de lunes a domingo, garantizando una alimentación altamente nutritiva en plena crisis. 

De ellas aprendí muchas cosas, la principal es que entre pobres no hay más pobres sino igualdad hacia abajo, de permanente inestabilidad con altas y bajas, solidaridades retornantes así como horizontalidad permanente en la gestión porque era un servicio y ser sujeto de auxilio en cualquier momento, sin que eso signifique  que estuvieran vacunadas contra el autoritarismo. Por cuanto la filantropía, paternalismo, populismo y clientelismo, externo antes que ayudar conflictua, subyuga y discapacitada. 

Pueda que aquello que las hizo integrarse siendo parte de un pueblo altamente combativo  -sólo el nombre lo anuncia-, sentirse y hacerse iguales con el mismos poder de ser, hizo la diferencia  a pesar que en su interior existían economías de escala, historias complejas, viejas diferencias, extracción social, racial, lugar de origen,  temperamento, estilos de liderazgo y prácticas dirigenciales. Se mezclaban todas las sangres.

La palabra mágica a la hora de distribuir los menús era “la yapa”, si eso que solemos hacer quienes aún vamos al mercado y nos dan “yapa” sobre algo adquirido para hacernos "casera", gracias a que se distribuía los alimentos a una hora programada, sin colas, pugnas ni trampas, todas/os iguales de modo que si había algo adicional se redistribuía a cada recipiente en cola, permitiendo a quien no deseaba la yapa, cederlo a quién si lo necesitaba, entrando en funcionamiento la redistribución consciente y expresa.

En  el comedor de Las Revolucionara nadie cocinaba a cambio de alimentos, todas/os (habían hombres socios) hacían su turno, si alguna trabajaba o no podía hacerlo pagaba a su reemplazo el valor de su trabajo calculado sobre las horas hombre del sueldo mínimo vital. Así es como un segundo elemento distintivo era “el reemplazo” en la cocina a quienes trabajaban por ingresos, que poco a poco  se fue estableciendo como un sistema que funcionaba beneficiando a unas y otras, alimentando y dinamizando las economías de escala.

Un tercer elemento era el pago real del costo de las raciones, que si bien eran económicos de ningún  modo atentaba la calidad del mismo, se pagaba por adelantado evitando fuera percibido como restaurante aun cuando algunos comensales o trabajadores eventuales se beneficiaba, igual debían acostumbrarse a la dinámica, así se aseguraba que todo el ingreso fuera invertido y registrado hasta el último céntimo en el cuaderno de cuentas diarias, al que accedían todas/os permitiendo que el control social evitara alguna tentación de mal manejo.

Un quinto elemento era el abastecimiento al por mayor que se fortaleció tras el shock, antes solían hacer actividades pro fondos para imprevistos. Cuando yo me enteré que el shock sería de 300% les sugerí que invirtieran todo su dinero en productos. Lo hicieron y pudieron soportar el golpe que fue por encima del 400%[3]. Eso les enseñó a tener proyección y respaldo. Pero mantuvieron su sistema de ahorro para imprevistos solidarios.

Y lo más importante, el poder y rendimiento de cuentas se hallaba bajo control social permanente y espacios de decisión como las asambleas que eran resolutivas, acumulativas y poco a poco ejecutivas. Al punto que una asamble de emergencia resolvía un impase o imprevisto en menos de media hora, se probaba que funcionaba y sumaba al reglamento.  

La alternancia se hizo norma, pasando por la junta directiva todas las asociadas, cuando alguien tenía temor se le recordaba que era al igual que cumplir los turnos de cocina, almacén, abastecimiento y que antes que un beneficio era un doble trabajo sin sueldo, proporcionaba solo honor, por eso nadie debía quedarse más de un periodo. Todo se aprendía, anotaba y rendía cuentas, claras y transparentes. El empoderamiento no era un discurso sino una práctica desde inicios de los noventa, siempre las recuerdo a todas capaces y competentes. Una de las dirigentes de la central distrital solía decirme que Las Revolucionarias eran para mí el paradigma de los comedores autogestionarios, pueda que tenga razón, pues fue referente e inspiración de muchos, incluyendo de su comedor en aquel tiempo.

Porque no sólo crecieron en la dimensión alimentaria que era su ser y hacer, sino que la práctica y dinámica de compartir un hacer aparentemente sin poder como la cocina, se había transformado en una fuente inspiradora para cambiar sus otras dimensiones de vida. No sólo se llamaban Revolucionarias sino que revolucionaron su vida personal, familiar y barrial. Una de las mujeres, increíblemente delgada, manejaba la carretilla de cargadores de los mayoristas como si fuera un coche de bebé, trasladando sacos y sacos de alimentos desde un centro de acopio. La mas tímida, aprendió a tomar la palabra y no permitir que hablen en nombre de ella y la más habladora a escuchar. La más individualista a ser solidaria y compartir. La más iracunda a pedir la palabra y mediar.

En tiempos donde no existían programas para erradicar la violencia contra las mujeres, ellas lo hicieron a su modo con resultados sostenibles. Una de las parejas jóvenes solía tener frecuentes problemas económicos, que ella resolvía con muchas estrategias, pese a ello el marido le decía que no trabajaba y se la pasaba chismoseando en el comedor. Ellas decidieron darle una lección. Le dijo que como no tenían dinero y ella estaba enferma, él fuera a realizar su turno en la cocina o no habría comida para la familia, el resto de compañeras se encargaron de coincidir ese día con todas las tareas. El marido retornó cansado y buscando la cama, ella le dijo: “No mi amor, todavía falta que laves la ropa, limpies la casa y ayudes en la tarea a nuestro hijo”. El nunca más la devaluó y siempre que tenía un tiempo libre era voluntario en el trabajo extra del comedor.

Aquella que el marido la golpeaba,  primero fue conminada a revelarse, cuando vieron que le hizo frente y estaban seguras que no saldría a favor del marido, fueron todas a la casa en el momento donde se producía la violencia y el abuso, lo cogieron y amarraron en un poste  con un cartel que decía: “Soy un cobarde golpeador de mi mujer, las mujeres del comedor me han castigado por eso”. El tipo nunca más volvió a golpear a su mujer ni hijos y los otros aprendieron la lección.

Inclusive incursionaron en la junta directiva de pueblo, logrando lo que por muchos años la junta directiva de varones no pudo, techar su local comunal donde funcionaba el comedor, proyectando una guardería comunal en el segundo piso, para las parejas que trabajaban fuera de la comunidad, sanearon y pavimentar sus calles. Los Revolucionarios pasó de ser un reducto de A.H. detrás de la urbanización Mercurio Alto, a ser  un pueblo de referencia y orgullo, sus casas se afirmaron y sus vidas cambiaron.

Y la muerte, la única que no olvida ni pierde paciencia,  llegó en plena crisis, la casa de una de las asociadas había sido invadida por sancudos en tiempos del cólera de modo que había un doble temor, así que usaron el espiral contra mosquitos en el dormitorio de la pareja y cerraron todo bien para que haga efecto.

Amaneció, ella cadáver y él en coma. Los/as hijos/as aun pequeños/as y adolescentes lo primero que hicieron fue ir al comedor a pedir ayuda. Movilizando a las asociadas y sus dirigentes en la provisión de primeros auxilios, traslado, gestión de hospitalización del esposo, cuidado de niños/as, tramite de fallecimiento, contacto con parientes,  detalles del sepelio y entierro. Más adelante  acompañando y fidelizando al viudo, impidiendo que se entregara a la tristeza  y dejara de lado su responsabilidad de padre.

En medio de todo ese modo de vivir y sobrevivir a la muerte una de las mujeres dijo mientras me narraban los hechos: “El comedor es esa familia solvente  que no tenemos, es como los parientes que nos sostienen en tiempos de carencia y son con quienes compartimos las bendiciones y los beneficios en tiempos de bonanza”.

Una siguiente dijo, “Como tratamos nos tratan en justicia, porque aquí todo es rotativo como el trabajo en la cocina, la riqueza, la pobreza, la enfermedad, la muerte, la vida. Hoy se ha ido nuestra socia, que era familia, hermana, pero no sólo debemos llorar, nos tenemos que hacer cargo.”

Otra mujer mayor añadió: “Nosotras no tenemos seguro, ella menos, pero a sus hijos/as no les faltará un plato de comida, mientras el comedor funcione. Por turno tendrán cuidado, control y aprendizaje. Como todos/as nos mojamos con el trabajo, los/as niños/as no pueden hacer su turno de cocina, pero pueden barrer, limpiar y escoger también por turnos hasta que el padre se restablezca, no porque no lo podemos hacerlo gratis, sino porque así aprenden a valorar lo que tienen”.

Una de las dirigentes dijo: “Cuando una compañera muere no muere sola, una parte de nosotras muere un poco con ella, pero otra parte nace y vive, por eso nunca muere totalmente como algo inerte. Todas nos remecemos como ramas de un mismo árbol soplado por la tormenta, pero nos vuelven  a crecer nuevas ramas, más fuertes, sabias y firmes”.

Y habló la dirigente a quien llamaban Husein, por su carácter fuerte, firme, lúcido, quien evitaba privilegios y excepciones: “Catalina, a todas nos va a llegar el momento de partir, lo único que esperamos es que sea cuando nuestros hijos sean autosuficientes. La compañera se ha ido por una negligencia, por la ignorancia de usar un producto sin saber sus consecuencias. Pudieron morir todos. Pero en adelante esto nos sirve de lección iniciaremos un programa de prevención y cuidado de la salud, especialmente el mental ahora que tendremos a un viudo si sobrevive y cinco niños/as en orfandad. Nuestra compañera tendrá el entierro que cada una de nosotras quisiéramos tener, de esta saldremos más fuertes y habremos aprendido algo más.”

Ahora que recordé esta primera muerte, puedo decir al igual que las mujeres fuertes que han sacado al país de sus peores momentos. Cuando una dirigente de comedor popular realmente autogestionario muere, hay cientos iniciando y siguiendo sus pasos, mientras ella y su recuerdo permanece en la vida de todas las familias que son su familia.

Descansen en paz Marcela CerdaJosefa Sosa y Jacinta Machado que hay historia de su hacer tanto en Ate como Santa Anita, Comas, Independencia, Los Olivos, San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, Villa el Salvador, Puente Piedra y cada distrito de los cuatro conos, así como al interior del país.

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