domingo, 4 de agosto de 2019

CELEBRANDO LA VIDA DE MAMÁ


Acabo de contarle mi día a mi madre, esta noche que cierra sus ocho décadas. Ella a su vez me contó, que estaba feliz, por tener oportunidad de celebrar su cumpleaños durante tres días, ver crecer a sus bisnietas(os), tener sobrinas y sobrinos que la recuerdan y visita, tener hijos(as) que la vida le regalo además de los que ella procreó, tener amigas como Lourdes, Juanita y Balvina... que siempre la visitan. 

Celebró que su único hijo mayor, cada día sea más bondadoso, abriendo el primero de tres días de celebración; le haya regalado una nuera que resultó siendo la indicada tras cinco nietos(as) y cuatro bisnietas(o), a su segundo nieto quien le consiguió una nieta silenciosa y ambos le han dado a su sexta bisnieta de diez, con quienes celebró su segundo día.

Hoy que fue su cumpleaños y el tercero de celebración ungió de caballero a mi primo Lolino, que le trajo paz y consuelo porque le narró los últimos días de su amiga Mercedes que falleció sin volver a encontrarse, pero que el recuerdo de los tiempos compartidos, hacía que el dolor por su partida sin despedida no amenguara. A Roberto lo nombró de buen hijo, fiel y constante, por estar siempre con ella desde cuando decidieron y prometieron ser hijo y madre. Recordó una a una cada llamada y agradeció de corazón por la atención.

Estaba contenta que su hija mayor llegara aun cuando sea a vuelo de pájaro, su primera nieta la colme de atenciones y a quien ella asume como última hija junto al buen hombre que es su compañero. Celebró que Mayu se despidió hasta dos veces, diciéndole que la quería mucho, que se cuide y abrigue, en tanto que Puñuy le acomodó el edredón y la llenó de besos.

Le mencioné que cuando Puñuy le pida un cuento, le narre aquellos que ella me contaba de niña. Ella a su vez me preguntó por mi amiga y su dolor tras la partida del hijo amado. Le conté que era indescifrable e inexplicable, lo leve que es la vida y trascendente como es la muerte.

Mi madre me miró y dijo, sabes te contaré un cuento para que le cuentes a tus nietas, este es uno que tu abuelo -mi padre-, vivió en su tiempo y recuerdo claramente que nos contó en una noche de luna llena. Había un señor que vivía alejado de todos, un día ya de noche se puso mal, cuando no podía más con el dolor, salió buscando a alguien que lo ayude.

Mientras esto pasaba con aquel señor, tu abuelo sintió el deseo de caminar hacia la ruta por donde aquel vivía, pese a ser de noche. En ese tiempo no había electricidad, si era una noche de luna llena, se alumbraban por ella; cuando no, se usaba mechero de aceite, porque tampoco había linterna de mano.

Dice que tu abuelo, sintió un frío profundo que reconoció como miedo, en el momento que estaba a punto de salir de su casa, así que llamó a su perro rocinante y se fue en su compañía. Habían avanzado una cuadra, cuando vieron aproximarse a un hombre vestido de una larga sotana con capucha y atado su cintura con un cordón y no una faja o correa. De lejos se lo veía muy alto y a medida que se aproximaba, no se le notaba el rostro ni los pies. 

Tu abuelo,  sintió un nuevo estremecimiento mientras su perro aullaba y se metía entre sus piernas, venciendo su miedo y apartando a su perro, avanzó hacia el hombre y cuando estaban a punto de encontrase, él se desvió del camino raudamente como si flotara.

Tu abuelo llegó a la altura de la casa del señor que sintió aquel malestar y lo halló muerto en el sendero que salía de su casa, no había logrado ir más allá de sus tierras, siendo sorprendido por la muerte en soledad. Entonces entendió que el hombre con el que se cruzó en el camino era su alma que lo había animado para que descubriera su cuerpo y avisara a todo el pueblo.

Mi madre añadió que en tiempos de mi abuelo aun cuando vivías alejado y solo(a), no te quedabas solo(a) cuando morías, porque era posible que el alma que va a partir se comunicara con los vivos. Los vivos, podían ver al alma de alguien que estaba a punto de morir o había muerto, todo dependía de ser buen cristiano en vida y muerte. Para el mundo andino ser buen cristiano significa: honradez, trabajo, veracidad, solidaridad, piedad y espiritualidad.

Mi madre me coge la mano y añade, hoy he cumplido 89 años cuando Charly me preguntó qué es lo que más quisiera resolver, le dije que mis ojos, no importa que no escuche, mi presión está controlada, el dolor de mis rodillas ha descendido. Ahora que me cuentas de tu amiga, tengo que agradecer a Dios porque ha sido bueno conmigo no necesito nada más, te tengo a ti, a tu hermana Lucy, Rodrigo, Pancho y Rufo, estoy acompañada, comprendida y cuidada siempre hasta que Dios me llame.

Recemos por David, el hijo de tu amiga, sus amigas y amigos. Recemos por tu amiga, sus hijos y marido para que sus almas se conforten. Recemos por quienes hoy no son buenos cristianos. Recemos por todos los que no rezan, por quienes están tristes, quienes a veces nos olvidamos de vivir y agradecer por cada día. Recemos también por quienes son buenos(as) cristianos(as), buenas personas y por todos(as) con quienes hemos celebrado mi vida.


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