martes, 23 de junio de 2009

IDENTIDADES Y DIFERENCIAS DESDE EL PRISMA QUE SE MIRE

Me intriga sumamente el pasado, no solo por curiosidad, sino porque considero que es a través sus hilos que nos aproximamos a los entramados que están en la base de los sucesos actuales que frecuentemente cuesta tanto comprender. Pero mi aproximación a la historia, desde los historiadores, siempre se me dificulta, al punto que durante mi instrucción básica fue uno de los retos donde cuasi fenezco.

Sería mas adelante durante el pre-grado universitario, cuando conocí a Arnold Toynbee
[1], donde comprendí que mis dificultades tenían que ver con el modo como se percibe, interpreta y escribe la historia, principalmente la oficial, cuya reconfiguración a veces aparece tan simple como para no creerlo, otras truculentas, pero las mas distantes de la realidad reinterpretada. Hecho que de ningún modo es casual ni voluntarista, todo lo contrario, vienen a ser producto de esfuerzos por plasmar miradas interesadas de la historia, que en mi caso desanimaban y retaban a mi comprensión de adolescente para seguir sus hilos.

El tiempo y el trajinar me permiten afirmar, que un modo de ver la historia, suele ser una aproximación a hechos pasados, dependiendo del prisma con que se mire. Por cuanto la variedad de miradas, nos abre posibilidades cuyos detalles ofrecen parte de un rompecabezas donde nuestra propia exploración contribuirá a unirlos, avanzar o resignarnos a quedarnos con los trozos desperdigados.

El artículo de Manrique
[2] es una mirada respecto a la identidad de América Latina, cuyo mérito es el esfuerzo por distanciarse de lecturas occidentalizadas. Personalmente, considero que es uno de los estudiosos mas acuciosos sobre el país y nuestra región, a quien me complace leer y escuchar como muchas veces se lo he dicho, porque me permite recorrer de su mano unas veces por los intrincados caminos de la violencia, y otros, como en este caso por la vastedad de nuestra identidad diversa, confiando en el cuidado que coloca cuando escarba y reflexiona alrededor de los indicios. Sin duda en esta empresa hay otros, uno de ellos es Quijano[3] cuyos esfuerzos por escudriñar en el devenir histórico de este lado del globo revelan una mentalidad menos aldeana colocando el proceso de la comprensión de nuestra historia en un mapa global al mismo tiempo que se distancia del eurocentrismo.

Volviendo al artículo de Manrique, es apenas un esbozo sobre el tema complejo de América Latina (AL) y respecto a la diversidad cultural, un pincelazo que permite el formato de un ensayo. Dependiendo desde donde se mire, puede aparecer simple o complejo. En mi caso es la apertura de una pista hacia un tema de fondo que trasciende a la “identidad de AL” como unidad, tiene que ver con el modo que se relaciones las naciones entre sí y hacia sí. La dificultad de percibir esta trascendencia crea un nudo en la reflexión, lo contrario, invita a avanzar en la identificación del modo como las diversas identidades confluyen, se entrelazan, conviven y persisten, esfuerzo aplicable tanto para este lado del hemisferio como para todo nuestro planeta.

Sin duda el éxito o no de una empresa que apela a la historia para desarrollar el tema de la diversidad e identidad, dependerá de los parámetros y preconceptos que se empleen para comprenderlo, mas complejo cuando incluye la variable religión. Y si a ello añadimos la perspectiva de género
[4], incorporamos nuevas categorías de análisis tal como lo hace Scoott (1990)[5], quien valora el modo como las relaciones de poder se constituyen al interior de las relaciones sociales[6] al punto de transformarse en su núcleo, es decir las relaciones de hombres/mujeres, mujeres/mujeres y hombres/hombres, y otras formas de combinación imaginable y posible.

De donde se desprende que la transversalización de la categoría de género en la comprensión de diversos tópicos, nos acerca y devela el núcleo donde se construye las relaciones de poder de toda sociedad, permitiendo explorar el modo como se expresan en dinámicas de culturas entre sí y para sí
[7], es decir en su relación con otras culturas, como sucede con las pre-hispánicas e hispánica, o en el modo como coexiste o articulan las diversidades al interior de una cultura. Mirar los procesos históricos tal como se construyeron es otro modo de aproximación que permite una comprensión desde las condiciones preexistentes, a diferencia de la práctica desgastada de reconstruir e interpretar desde nuestro modo actual de relacionarnos y percibir el mundo[8].

Aun con estas consideraciones, queda insuficiente mirar la historia solo desde una perspectiva o incluyendo variables poco conservadoras como las relaciones de género. Me atrevo a sugerir la posibilidad de reflexiones activas con miradas interdisciplinarias; con experiencias diferenciadas por su género como es ser y vivir como mujeres u hombres; desde quienes se encuentran inmersos en los procesos y quienes no, ampliando la gama de lecturas
[9], reconstrucciones y reinterpretaciones, de modo que aquellos códigos a veces tan distantes permita desentrañar y situarse en sus propios tiempos y espacios, evitando deslizar y contaminarlos con nuestros prejuicios.

Un ejemplo de este tipo de esfuerzo se puede hallar en “María, una virgen de carne y hueso” por Lesley Hazleton (2005), que en este tiempo atrapa mi lectura inacabada, pero cuyo inicio es sin duda inquietante: “¿Cómo justificar entonces mi osadía?/ Es la pregunta que me obsesionaba al comenzar el libro… ¿Cómo me atrevía a buscar a la mujer de carne y hueso oculta tras las leyendas?”…

Es a través de sus páginas en las que vuelvo a hallar la confirmación de la importancia de remirar el pasado con mentalidad abierta, con curiosidad científica, pero principalmente con la capacidad de comprender y desentrañar sus huellas en sus propios códigos y significados, más cuando los registros históricos y las fuentes son escasas o sesgadas hacia grupos hegemónicos de ayer como hoy. De ser así estaremos en la ruta de superar las trampas que impiden comprender los retos de nuestras diferencias e identidades del siglo XXI, comprender y atender agendas no consideradas como las amazónicas, que nos toca a la puerta para recordarnos que convive con nosotros/as en el día a día aun cuando nuestra percepción citadina y urbana apele a su invisibilización para ignorarla.
04/06/2009

[1] Toynbee, Arnold J. Estudio de la Historia (A Study of History) 1933 y 1961. XII T.[2] Manrique Nelson, América Latina una y diversa, 2005, http://nelsonmanrique.blogspot.com/
[3] Quijano, Aníbal, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, Buenos Aires: CLACSO, 1993
Colonialidad del poder, globalización y democracia, UNMSM, 2006
[4] Pérotin-Dumon, Anne. El género en historia, 2001.[5] Scott, Joan W. El género : una categoría útil para el análisis histórico, 1990[6] Mannarelli, María Emma. Pecados públicos: la ilegitimidad en Lima, siglo XVII, 1993[7] Stern, Steve J. La historia secreta del género: mujeres, hombres y poder en México en las postrimerías del periodo colonial , 1999[8] Garrido, Hilda Beatriz. Una lectura sobre la historia de las mujeres, la historia del género y la producción historiográfica Argentina[9] Rostworowski de Diez Canseco, María Estructuras andinas del poder : ideología religiosa y política, 2007
La mujer en la época prehispánica, 1986. Visión andina prehispanica de los géneros, 1995. La mujer en el Perú prehispánico, 1995. El repartimiento de Doña Beatriz Coya, en el valle de Yucay, 1970

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