Cerrando y abriendo un día enorme,
perforados profundamente con tantos sentimientos y emociones encontradas. He
llegado a casa en medio de una lluvia torrencial, increíble en una ciudad
emergida del desierto, gracias a la meteora Gina Galvez Velarde, que me aproximó
a mi casa rondando la dos de la mañana. Ya en ella, tras sortear una segunda
inundación en el mes, he encendido una segunda vela por Manuel Benites Llanos,
mientras buscaba alguna foto sin éxito, así que decidí escribir para dejar que
mi alma levite, fluyan mis sentimientos una vez más tras el registro abstracto
de un escrito que no llegará a ser texto, más quien sabe por esos misterios del
universo, llegue de algún modo a su destino por las vías del internet.
Todo empezó con la llamada de
Gustavo M. ayer por la noche. Vivificando mi fuente inagotable de bromas que
van y vienen entre ambos, en nuestra larga relación de tira y jala en lo
académico, político, inte-género, social, amical. Es uno de los escasos compañeros traducido en amigo,
con el peso de su significado, de una relación sin tapujos ni medias tintas como
suele ser nuestro vínculo. Con Gustavo
es posible re- sintonizarse sin mediación de tiempo, poder, honores, gloria, nombre
y protocolo que prontamente adoptan algunos
hombres (sin duda unos más que otros) y por qué no, también algunas mujeres (felizmente
son muy escasas) que incursionan al espacio del poder público aun siendo
ciudadanos/as enanos/as, porque jamás crecen en compromiso y práctica, ni tienen vocación de servicio público, pero
sí el insaciable deseo de servirse.
Desde mi experiencia relacional,
afortunadamente, son más hombres que mujeres, quienes suelen adoptar actitudes
y conductas grotescas de protección, espantando a los espectros de su pasado,
porque para ellos sólo cuenta el preciso momento que se transformaron en sapo, siempre me pregunto ¿Por qué prefieren
borrar la previa condición de renacuajo?
No es de extrañar, que bajo esa
lógica una amiga irreverente es sinónimo de amenaza
subversiva, alguna vez alguien me dijo: “En
verdad te temo, porque no puedo imaginarme que eres capaz de expresar en voz
alta”, se refería a mi memoria fotográfica de elefante, acentuada con los
años. Mientras él afirmaba eso, volví a recordarlo cuando era renacuajo y lo vi
tal cual era antes y después, para tranquilizarlo alcance a decirle: “Te puedo asegurar que puedes esperar no más
ni menos de lo que fui testigo. Pero no te inquietes, es un esfuerzo que tengo
reservado paro los amigos, para cuando todas las hojas del calendario se hayan agotado y
necesitemos memorias de a dos para reírnos
de quienes intentamos ser, dejamos de hacer y pasar, llegamos a ser e hicimos”.
Con Gustavo hemos descubierto que
aun cuando pase el tiempo, el no intentará negar que fue renacuajo, ni yo esperaré al final de los calendarios para reírnos
de nosotros mismos, como lo hicimos desde cuando nos conocimos, porque cada vez
que hay oportunidad nos reímos a morir, en verdad creo más él que yo. Por eso
no imaginé la sorpresa del que suelen estar preñada una llamadas tras larga hibernación
y silencio.
Deteniendo mi ímpetu me dijo esta
vez llamaba por una situación sentida. Me contó que hace un mes (29 diciembre),
Manuel Benítez había fallecido. Siguió hablando mientras experimenté un dolor
en el vientre, como de un golpe inesperado o la perdida de estabilidad bajo los
pies.
En medio de los detalles y tras
colgar el teléfono, recordé a Manuel, aquel compañero de maestría cerrando los noventa, quien bordeaba los
tiempos de jubilación, alto, fornido, formal, protocolar, ex viceministro de educación
del primer gobierno de Alan García. Uno de los pocos apristas que respeté en su
militancia, porque con sencillez y firmeza se desprendió de su caparazón de
militante disciplinado de un partido que
cuida mucho de las formas, para decirme que a sus años había retornado a las
aulas, para reciclar, remirar lo vivido, prepararse
bien y a la altura de las exigencias de los nuevos tiempos para cuando su
partido volviera a gobernar.
Tuvo suficiente proyección para
saber que el APRA tendría un segundo gobierno a pesar del desastre que fue el primero,
con el mismo candidato y gobernante también reciclado -por él supe que García estudiaba la social democracia en el exilio (1998)-,
lo que no vio venir es que un militante de la vieja guardia, reciclado, consciente,
comprometido y con nuevas formas de pensar y hacer lo público no tendría cabida
en el segundo gobierno, salvo que se transforme en operador silente, ciego,
sordo y mudo.
Recordé, cómo al ser desbordado por
la teoría sociológica desplegada
primero por Guillermo R. y Luego por Martín T. , se me aproximaba para
decirme: “Compañera he vuelto
a las aulas para estar preparado y servir al país y el partido cuando volvamos
a ser gobierno, el país hoy exige que estemos preparados. Pero me cuesta, no entiendo cómo hacer para comprender estos
ladrillos, me esfuerzo pero en verdad no entiendo”.
O ante mi conducta no convencional
con el estereotipo de ser mujer: “Compañera
me quito el sombrero, en tantos años de militancia política y quehacer público
no he hallado una mujer que pueda desplazarse con tanta seguridad, desenfado e
irreverencia como usted, si hubieran mujeres así en el partido otra serían las
cosas”. Yo solía bromear diciendo
que era como me describía, justamente porque no era de su partido, pero que yo
no era un bicho raro, tampoco la excepción, puesto que las cosas empezaron a
cambiar desde mediados del siglo XX, donde mujeres de quienes no alcanzaba a
ser pálido reflejo, marcaron la diferencia. Que si
hubieron mujeres valiosas y excepcionales en el APRA como Magda Portal[1] y
otras como ella, lamentablemente su partido discolo la desperdició.
Replicaba con vehemencia: “Compañera
son excepciones y disidencias que hasta hoy no comprendo y hay diversas
versiones”. Yo argumentaba, que la práctica y perspectiva política de las
mujeres se tornaba desentrañable al igual que
la teoría sociológica de Weber,
Althusser, etc. si es que no abrimos la
mente, si seguimos pensando bajo teoremas anacrónicos, si estamos distanciado
de otros pensamientos y perspectivas por viejos prejuicios.
Por eso, sólo si nos abrimos a
comprender el pensamiento del otro y la otra bajo sus categorías y no la
nuestra, podremos aproximarnos a su perspectiva y comprenderlo/a. Y que después
de este esfuerzo de comprensión -en y desde su perspectiva-, solo en ese
momento, será posible contrastarlo con nuestra perspectiva.
Manuel con
mucho esfuerzo y tenacidad lo comprendió, fluyendo entre la teoría sociológica moderna y pos-moderna, entre el marxismo y neo-marxismo pese a
la dureza de las exigencias analíticas. En nuestra relación, nuestras conversas inicialmente complicadas sobre
políticas y género pasaron a ser un verdadero intercambio. En ese proceso dejó expresarse la sensibilidad humana, su
verdadero sentido ético y moral en la política.
Una vez luego de mucho tiempo nos
volvimos a encontrar, deteniendo nuestras urgencias, entramos a conversar en un café, me dijo: “Tomemos un
café compañera como en los viejos tiempos”.
Una vez más advertí en esa conversa, su lealtad a prueba de todo, su compromiso
y esperanza por sobre todo. Y como buen caballero guardó los detalles, mientras me dijo: “Catalina, ahora comprendo mejor lo
que solías decir, he aprendido mucho más en este mi tiempo que todo el previo
sobre la política donde no hay cabida para la ética, pero sabes soy terco confió
en que cambie el país y las nuevas generaciones, por eso no abandono la educación,
por eso persisto con mi instituto”. Aquel instituto donde nos acogió para
celebrar la llegada de la primogénita de Allison y en ese gesto su desprendimiento y generosidad.
Esta es la arista por donde me
asomé a la vida de Manuel Benites Llanos, durante dos años de estudios de maestría en
sociología, ingresando por la ventana de las exigencias académicas hasta
situarme en el centro de su humanidad. Seguro que habrá mucho que decir sobre
su tránsito por este tiempo y dimensión, en mi caso he optado una vez más
por liberar mis sentimientos, compartiendo un breve trozo de quien en vida fue y se enlazó a mi historia.
Sé que estás en paz querido Manuel,
porque hallaste a tiempo, esa paz que a todos/as nos llega cuando se descubre
la misión que cada quien tiene en esta vida y se entrega a ella plenamente.