jueves, 20 de enero de 2011

SATIRAS A LA DIGNIDAD: dos dramas electorales por cuatro actos

Cuando la dignidad se transforma en variable o indicador que traza una línea de partida en la carrera electoral peruana, sorpresas y más sorpresas puede producir a sus actores y actrices. Mayor su dimensión e impacto, en una sociedad donde la política hace uso desmedido de la doble moral, desvergüenza, estafa, engaño, cálculo, clientelaje, compadrazgo, prostitución y mercantilización de la práctica política. Donde cada político/a es capaz de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en la suya.

 

Primer escenario, contienda electoral por el gobierno local

La contienda electoral por el sillón municipal, se intensifica luego de la inscripción de la candidatura de Lourdes Flores Nano (el 4 Julio del 2010), las últimas preferencias electorales la señalaban como preferida con 38%, seguida por Alex Kouri 23%, Humberto Lay 5%, Fernando Andrade 5%  y Susana Villarán 4%1


Primer acto, dignidad es la variable con la cual Lourdes Flores Nano traza la competencia electoral2. Asumiendo que ocupaba la categoría de gran dignidad respecto a la escasa dignidad de Àlex Kouri3, su miopía o la persistente lectura y práctica conservadora de la contienda política, la concentra en una práctica de campaña electoral aniquiladora hacia un único contendor. Dejando de advertir las guasa que podría producirle la dignidad, por efectos del acceso a los mecanismos de información, opinión y no sólo votación electoral.

Segundo acto, el progreso de una tacha electoral inesperada, alrededor de una práctica política cuasi natural de candidatos/as que se auto perciben por encima de las leyes físicas y electorales, asegurando que pueden estar en dos lugares a la vez,  que les permite tanto postularse como representar localidades y regiones donde nunca fueron visualizados salvo durante las campañas de corte oligarquico. Se transforma  en esta oportunidad en causal  de sanción y eliminación legal de Kouri4  dando fe que no era Dios para estar en todas partes.

Tercer acto, en un nuevo escenario sin contrincante indigno, desborda a   Lourdes la variable dignidad esgrimida. Drama que pudo revertirse, de tomarse un espacio para el monólogo, reconocimiento de falencias y virtudes de quienes persistian en la contienda. Reorientando y profundizando sus esfuerzos en una campaña afirmativa antes que de demolición. Capitalizando coherentemente su orientación, propuestas e instrumentos. Pero lejos de ello, la desmesura hace que ratifique su invocación a la dignidad. Mientras emerge como contendora Susana Villarán quien venía de construir su dignidad en escenarios menos cuestionables. La persistencia de Lourdes en una búsqueda ofuscada de indignidad sobre el cual posicionarse, desplazó el debate político a su nivel privado y primario, provocando su propio desmoronamiento.


Cuarto acto, desenlace que posiciona una dignidad irónica como incuestionable actriz central, en cuya invocación, Lourdes se autoinmoló perdiendo por una diferencia  que no alcanzó un punto 0.838% (37.555%) en favor de una sorprendida y deseosa Susana5, los suyos y nuestros. Resultando ganadora de la alcaldía metropolitana con poco mas de un tercio de electores activos 38.393%  6 (a tomar en cuenta ante nuevos escenarios), por encima de sus propias expectativas iniciales, las falencias de su plan de gobierno7 y la capacidad engañosa de una confluencia que no sobrevivió al mes de estos resultados electorales, dotando a su juramentación y transferencia de silencio seccionado que de festejo y empoderamiento. Todo ello gracias a la lindeza de la variable dignidad.

Segundo escenario, contienda electoral por el gobierno Nacional 

El contexto de la campaña electoral nacional del 2011, sería el segundo escenario donde la variable dignidad es invocada nuevamente por una mujer, Mercedes Araos, quien acepta la invitación de candidatear a la presidencia del Perú  representando a  uno de los partidos políticos más antiguos del Perú, el Partido Aprista Peruano8. En Diciembre  del 2010, las preferencias electorales se distribuían: Luis Castañeda 25%, Alejandro Toledo, Keiko Fujimori 22% y Mercedes Araos 5%9.

Primer acto, Mercedes Araos inicia su campaña electoral en fecha cabalística de cambio,  en el bastión histórico del partido aprista10, poco después invoca a la dignidad no como variable sino indicador de resultados, para añadir adecentamiento a su representación. Lo plantea en susurro, al interior del mundo privado del partido. Allí donde la repartición del poder se produce gracias a la presencia y empleo de variables a veces opuestas y otras más distantes a la dignidad: el conciliábulo, la correlación de fuerzas, arreglos, zancadillas, cuotas de poder, transacción.

Segundo acto, la dignidad se filtra acompañando a la única condición de la invitada para representar al APRA. La exclusión de la lista de candidatos/as al parlamento candidato/o con acusación o proceso en curso de corrupción11, en términos sencillos,  todo aquél de quien se sospeche formalmente, relación con la corrupción. Recibiendo como respuesta la acusación de traición y divisionismo por una de las alas del poder partidario12.

Tercer acto, la suerte está echada, lo privado político se hace público político, colocando a la dignidad como actriz central, las fuerzas confrontadas apelan a actos de buena voluntad, mecanismos formales13 para fortalecer y mantener posiciones. Se reduce el espacio y posibilidad de negociación14, el conflicto llega a su cúspide. El donaire de la dignidad se impone, mientras perfila la situación final “Se va él o me voy yo”, sentencia Mercedes. Hay rasgaduras de vestiduras por todos lados, vaticinios de desgracias, lavadas de mano, más la suerte está echada.

Cuarto acto, el desenlace del drama se produce, a menos de quince días de iniciarse oficialmente la campaña política15 . Del Castillo se parapeta en su búnker de representación y confianza partidaria, siendo ratificado con el 75% de respaldo como cabeza de lista y en un acto melodramático anuncia renunciar al primer puesto por el treinta y seis16 cediendo simbólicamente el primero a quien no puede asumirlo. A nombre de la dignidad invocada Mercedes, renuncia a su infante candidatura17  a cuarenta y cuatro días de haber anunciado su campaña electoral. El acto se cierra con el triunfo de la dignidad mordaz.

Un público poco acostumbrado a desenlaces no heroicos ni mesiánicos en el teatro cotidiano de la política, se quedó sin aliento y cuasi frustrado, porque sólo algunos lograron ver el rostro sarcástico de la dignidad invocada. Los analistas dicen quien ganó y perdió18 , algunos avanzan en señalar las lecciones para el partido19 . Para quienes  que espectamos atentamente cada acto de ambos dramas, sintiendo el papel de sus actrices y actores, así como atención al desmadejamiento de la trama, coincidiremos en que, la única que salió fortalecida es la dignidad, aun cuando su papel fue mordaz y por momentos secundario estuvo brillante en cada acto, recordándonos que nombrarla, puede provocar resultados deseados o inversos, en tanto que su presencia exige coherencia, lucidez, autocrítica y reflejo. La factura ha sido alta aun cuando el impacto sea diferenciado, para quienes apelaron a ella, sin aquilatar sus exigencias, perdiendo oportunidad, posición y poder que las empujó a nombrarla.

Al cierre del cuarto acto en el segundo drama, la intención de voto mantiene sus preferencias en aquellos que marcaron la coyuntura de diciembre con posiciones modificadas: Alejandro Toledo 25.2%, Luis Castañeda 22.2%, Keiko Fujimori 18.8% y la renunciante Mercedes Araos 5.2%20.
¿Habrán aprendido la lección quienes permanecen en la contienda?
¿Quién emergerá sumando el 5.2%?

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