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Mi segunda cosecha de fresas |
A veces en nuestras conversas con Rodrigo, revisando las
relaciones intra género, él suele interrogar ¿Por qué las mujeres a diferencia
de los hombres siempre andan en manada y nunca dejan de hablar sin importar
donde están o porque medio?
Y me cuenta que él puede conocer a otro hombre de su edad,
interactuar en espacios sociales como jugar pool o play game hasta dos horas, sin
necesitar hablar. Les basta emitir sonidos, gestos de éxito o derrota, me dice
que así son los hombres. No nos complicamos la vida, somos libres inclusive de
nuestros afectos, nos movemos sin necesidad de compañía.
Respondo que le creo, porque está probado que cuando le
preguntas a un hombre que está en silencio frente al televisor, en qué piensa y
te responde que nada, es cierto[1]. Sólo
que la mayoría de mujeres no lo creemos, porque desde nuestra perspectiva eso
es cuasi imposible, debido a que siempre estamos pensando en alguien
o algo.
Y eso se debe a que tenemos pensamientos múltiples y acciones
simultáneas. En contraste con la mayoría de hombres, que suelen desarrollar
pensamiento unilaterales y objétales. Pudiendo quedar horas de horas haciendo
una sola cosa, cuando encuentran placer en ello, como es el control de la TV,
el pool, play game. Y allí es donde se produce la discusión entre pensamiento
complejo y simple que va mucho más allá[2].
Así como atención a procesos y objetivos[3].
Añado que andar en manada es cierto parcialmente, siendo
válido para mujeres y hombres durante la niñez, adolescencia y primera
juventud. Porque el grupo afirma, protege y provee de la sensación de seguridad,
por eso en cierto periodo de nuestra vida somos gregarios y sectarios, a lo que
comúnmente llamamos club de Tobi y Lulú. Dependiendo no tanto del hecho de ser
mujer u hombre, sino de cuanta afirmación, seguridad y madurez emocional se
haya desarrollado, cómo hemos aceptado quienes somos y alrededor de qué hemos
construido nuestra identidad, escala de valores y principios, que suele
resumirse en palabras frecuentemente usadas sin sentido ni contenido como
sucede con la autoestima, que implica
el estado de la valoración que tiene una persona de sí misma, junto a todo lo
anterior.
Cuando esto no sucede, existen algunas mujeres que requieren ser confirmadas en lo que ellas mismas no reconocen, en ese caso no andan con
otras mujeres, sino necesitan uno o más hombres que las haga sentir y creer que
son valiosas, necesitadas deseadas, en tanto le proveen de productos, la tratan
como un producto, valiosas y protegidas. Y cuando son conscientes del mandato
social de la reproducción hallan el valor de su sexo en la maternidad, buscan una familia de quien hacerse cargo
para conducir y controlar, independiente de que sea una familia nuclear,
uniparental, extendida, lo importante es sentirse necesitada, insustituible e imponerse
abierta o implícitamente, sea subliminal o manipulando las relaciones.
También hay hombres que realmente andan en manada cuasi institucionalizada,
porque su condición de tal, necesita ser confirmada permanentemente por sus pares u otros mayores de su género, bajo determinadas pautas de ser “hombre”, donde el desarrollo de su inteligencia emocional a veces no llega. Siendo dominados por la psicología de grupo o masas, desbordando todo tipo de contenciones existentes como sucede con las convenciones sociales
como la moral, ética y la ley. Sucede con más frecuencia en espacios masculinizados convencionalmente como los militares, el
sacerdocio, barras bravas, las bandas, etc. Donde a nombre de la paz hacen la
guerra; a nombre de dios, imponen un credo y satanizan otro; a nombre del deporte
y la alegría, siembran temor y terror; Y so pretexto de vivir la vida, en el altar del dinero, sacrifican la vida.
Y están aquellos que logran cierto desarrollo, pero sin descubrir el valor en sí mismo, por cuanto requieren de algo externo o material que le de valor como es un reloj, ropa de marca, un carro, una casa, una esposa guapa, hijos exitosos, mejor si logra ser lo que no pudo ser él. El linaje es central valorando más al hijo varón que la mujer.
Y están aquellos que logran cierto desarrollo, pero sin descubrir el valor en sí mismo, por cuanto requieren de algo externo o material que le de valor como es un reloj, ropa de marca, un carro, una casa, una esposa guapa, hijos exitosos, mejor si logra ser lo que no pudo ser él. El linaje es central valorando más al hijo varón que la mujer.
Rodrigo insiste, pero las mujeres no pueden vivir, sin
hablar y contarse todo, eso no me entra en la cabeza, porque además no se lo
guardan y lo riegan al universo.
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Mis bellas |
Replico, sucede que las mujeres, lejos de aquellos que nos
han hecho creer "que somos enemigas entre
mujeres", en realidad cuando hemos vencido al miedo a las apariencias, sabemos y confiamos en nosotras mismas, no tememos conectarnos con otras mujeres independiente de quien
sea, su edad y lugar. Si es una única vez o se funda una amistad perecedera,
como me pasó con la mamá de Cintya ¿Recuerdas?. Es más lo disfrutamos, nos
estimulamos y bendecimos.
No sé cuánto se mantenga esta práctica, en un contexto de inseguridad
como la que vivimos donde se sospecha de todos(as), no sólo en el Perú, sino en todo el
planeta esto pueda perderse. Sin embargo en mi experiencia personal, desde que
reconocí a las otras mujeres como mi semejante, jamás me siento sola, aun
cuando cada día disfrute deambular e ir de un punto a otro sola y a mis ritmos,
sin incomodar ni arrastrar a nadie. Allí donde voy encuentro agradable compañía
que me hace disfrutar del momento, lugar y hace el día. Lo que no quita que ame
a mis amigas y un día con alguna de ellas es maravilloso, pero he descubierto
que estoy dispuesta a ser una mujer que
no teme ni es temida por otras mujeres.
Por ejemplo es posible conectarme intergeneracionalmente con
seres dulces en momentos mágicos e inesperados como sucedió con Elena, una
joven ingeniera alimentaria de 25 años, emprendedora que luego supe poseedora
de una empresa que produce y provee alimentos orgánicos a restaurante saludables. Fue en uno de esos establecimiento que coincidimos disfrutamos y
compartimos el almuerzo, luego nos contamos nuestras historias durante dos
horas, descubriendo tanta cosas en común que parecíamos contemporáneas.
Terminamos intercambiando teléfono, preferencias y tantas cosas, hoy gracias a ella tengo la
lista de cuasi todos los restaurantes saludables de Lima, así que reduje mi
fatiga en cada distrito y tomo la espirulina que me ayuda a generar ciertas
hormonas de las que tenía déficit.
Está Juana una terapista de unos 40 años, con quien compartí
un trayecto de viaje en el bus, que tras un evento donde evidenció su
solidaridad y desprendimiento, hablamos del país, los valores, la ética el
cuidado del otro. Lo que cuesta ser hija y hacerse cargo de una madre de
avanzada edad además del trabajo, la pareja y estar pendiente de que su único
hijo alcance sus metas y acceda a oportunidades. Yo amplié con información que
es parte de mi hacer, recibiendo a cambio su oferta de ayudarme con terapia
gratuita y desinteresada para mi brazo, le agradecí infinitamente y dije que
tenía una amiga terapista que se hacía cargo, de pronto descubrimos que era una
amiga en común, en ese momento recordé lo que mi amiga Rosario solía decirme,
siempre nos movemos alrededor de nuestras constelaciones consciente o
inconscientemente.
Y Esther, una mujer
totalmente desconocida con quién coincidí en los servicios higiénicos de la
clínica, yo estaba tan emocionada, que le
solté en primera que estaba feliz, porque oficialmente había dejado de
tomar metformina con aprobación de mi endocrinóloga, en ese momento y por decisión
propia desde hace dos meses. Y ella me respondió, yo también estoy feliz,
aparentemente no tengo cáncer al seno, esa sola posibilidad me hace feliz. Y de pronto las dos estábamos abrazadas
alegrándonos una por la otra. Me contó que era la segunda opinión médica que
había obtenido, la primera fue en la el Hospital de Policía que la había
alarmado. Esther era una policía femenina de unos 30 años, fuerte y llena de
esperanza, porque el mastólogo le había dicho que todo indicaba que no era un maligno
porque se movía. Nos abrazamos nuevamente y despedimos deseándonos todo lo
mejor del universo a cada una.
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Mi generosa Salvia |
También Julieta, una estudiante de estomatología, con quien me
topé en el tocador de la universidad CH y a quien le gustó el color de mi lápiz
labial, intercambiamos marcas, preferencias y comenté que ese color
en mis tiempos, para su edad estaba sancionado socialmente, porque nos hacía candidatas a profesionales del sexo. Y ella me preguntó ¿Cómo así? Y le conté,
cómo en el pensamiento patriarcal, marianista y machista solo hay dos tipos de mujeres: las santas y putas, reduciéndonos el mundo. Cuánto nos había costado adquirir los derechos en los que ella ya había nacido,
para no pedirle permiso a nadie de vestirse o maquillarse como le dé la gana. Lo
importante que ella y su generación se mantengan alertas porque no todo estaba
dicho.
Así que terminamos coincidiendo en que la amenaza no estaba
distante, porque había gente que aún era capaz de decir #ConMisHijosNoTeMetas,
mientras aquellos(as) que los promovían y azuzaban
eran depredadores o protectores de depredadores sexuales, emocionales y
sociales de sus hijos(as). A cuyas hijas desaparecían desde el interior de su propio estribillo,
como si los únicos amenazados fueran los hijos varones, en este punto intercambiamos carcajadas, coincidiendo que podría deberse al desplazamiento de los deseos ocultos de esas personas, bajo forma de actos fallidos de un pedófilo
que suele encubrirse en discursos e instituciones conservadoras, sexistas, homofóbicas.
Rodrigo me mira y dice, pero hablan de cosas muy personales, que a veces pienso que no tienen espacio para la intimidad.
Respondo, las mujeres hemos aprendido que lo personal es político, que no hace daño sino nos hace fuertes compartir nuestras emociones, sentimientos y pensamiento, nuestra intimidad es la capacidad de decir con honestidad quien somos y sentimos. Por cuanto la oralidad, el cuento como el canto, es aquello que ha permitido sobrevivir a XX siglos donde las mujeres éramos ciudadanas de segunda clase, sin derechos y sólo obligaciones. Conminadas a guardar silencio y a creernos que éramos un problema individual y privado.
Hoy tanto como ayer, la mitad de la humanidad seguimos
siendo vulnerables, porque la otra mitad no es consciente ni sensible a este
hecho, aun cuando muchos hombres como tú han sido educados bajo nuevos
parámetros, hay mucho por trabajar. Las y los millennials[4]
como tú han de reinventarse y hoy tienen más instrumentos, información y
sabiduría que ayer, pero también mas retos.
Nos miramos y soltamos carcajadas, porque sabemos ambos, que él es una de las excepciones, es una persona preocupada por cómo
se siente el otro u otra, ha crecido en amor y respeto, aprendiendo a negociar y compartir un espacio sin sentirse amenazado.
Él dice, entonces es contagioso ser comunicativo, con pensamiento complejo, procesual y objetal.
Respondo, todo es parte de cómo hemos sido socializados, por ejemplo tú y yo, podemos hacer simultáneamente más de una cosa sin perder atención al contexto y mantener la línea de diálogo y un argumento interrumpidamente. Podemos acceder a algo individual o compartido porque siempre hemos negociado, sin renunciar ni sacrificar al otro(a). No miramos y nuevamente morirnos de la risa mientras decimos en coro: “Quien tiene el poder tiene el control”.
Él lo aprendió de muy pequeño, era la consigna para de desbocarnos
tras el control de la TV, que literalmente era la imagen acústica (objeto material) de poder y control, para
apropiarnos del poder de hacer zapping entre nuestras preferencias, porque aprendió desde pequeño que juntos podíamos compartir su
serie preferida con mi noticiero, siempre que ambos cediéramos algo. Así como
disfrutábamos juntos de una película y el aprendía a diferenciar la noticia del
evento, buscando el mensaje implícito y contrastando diferentes
versiones.
El compartir en respeto, nos ha liberado e igualado, una práctica construida, al
igual que realizar cosas simultáneas y múltiples atenciones sin sacrificar el
diálogo. Sucede que a veces estamos
trabajando cada uno en su computadora, en el mismo espacio, mientras en la TV,
hay una película o el noticiero, el celular conectado, mantenemos una
conversación, consultamos alguna duda y lo resolvemos. Y de tanto en tanto, nos detenemos para opinar
sobre la noticia o película.
Y de tanto en tanto, conversamos en tiempos robados al
tiempo, como esta noche, al punto que me provocó escribir sobre el tema de
nuestra relación entre mujeres a propósito de sus interrogantes.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=OfQE1nX4C4k
[2] https://www.youtube.com/watch?v=HJAnfmUvn9M
[3] https://www.youtube.com/watch?v=bQ4A4nU1yPo
[4] https://oij.org/wp-content/uploads/2017/08/Sobre-la-categoría-Millennials-Versión-web.pdf
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