Tu voz fundida entre mi
conciencia e inconsciencia, surge del
lado izquierdo de mi cama, oigo con esfuerzo,
desgranar las dificultades que has
experimentado antes de verme: tormentas
de granizo, persecuciones, el tiempo
que no tienes porque has agotado los correspondientes al mes siguiente, que
digo, del año siguiente y casi la mitad del subsiguiente. Por ello
me confiesas con pesar, el sentimiento de estar hurtando, convirtiéndote en ladrón de ti
mismo, al tomar aquello que no tienes
para venir a verme y no lograr éxito en arrebatarme de los brazos de Morfeo.
Alguien entra para
recordarme que ya es tiempo, haciendo que me remueva en la cama y luche una vez
más por despertarme, sin abrir aun los ojos, te pregunto: ¿Dónde, cómo y con quién
pasaste noche buena? Respondes que muy cerca,
en Magdalena Vieja, donde cenaste con tu hermana y ambos me recordaron
en la abundante conversa que fue diversa y extensa. Preguntas a tu vez: ¿Tú que todo lo
sientes o pre -sientes antes que suceda, no sentiste cuanto extrañaba
estar contigo en ese momento? Insistes: ¿No he logrado conectarme contigo en
mis noches más oscuras mientras tu recuerdo y palabras era lo único que
espantaba mis miedos? ¿Tanto abismo se ha abierto entre nuestras almas que
dejaron de estar al unisono?
Siento tu voz como tu
aliento próximo mientras expresas: ¿Tanto me has alejado de tu vida?, el roce de
tus labios en mi mejilla rodando hacia
mis labios me despierta abruptamente alejándome rápidamente de tu demanda. Ese rechazo al álito de cada despertar logra ser más fuerte que mi somnoliencia, debe haberse fundido inclusive en mi inconsciente
transformándose en un efectivo despabilador.
Despierto totalmente, te miro, sonrío, agradeciéndote en silencio haberte
transforma en ladrón de tu propio tiempo hasta
hacerme cómplice de tal delito, mientras digo: “También
te he extrañado, sentido y presentido, sólo que he aprendido a hacerlo en silencio, guardarlo en un baúl allí donde mi voluntad no pueda hacerme daño, ni colocarte en
riesgo mi contacto”.
Con un salto dejo el lecho y
digo en nuevo tono: “Me alegra estés conmigo en este tiempo donde toda mi
familia se ha juntado para celebrar, así conocerás a mi numerosa parentela”. De
pronto me encuentro en una habitación llena de personas están mis primas,
primos, sobrinas y sobrinos, alguien se desplaza con una gran fuente
desbordante de vinos en tono ámbar, que
brillan atrapadas en copas de martini. Tomo dos con una sonrisa, con
ellas en mis manos voy nuevamente a tu encuentro.
Brindamos por todo aquello pendiente
mirándonos a los ojos como siempre, con tanta alegría que emerge por nuestros poros,
permaneciendo más tiempo con nosotros, que ese sentimiento tan deseado y efímero como es la felicidad. Pienso
mientras bebo el vino que sabe a vermut, el modo tan extraño que está asociado a nuestros encuentros, en lo bueno de otros tiempos donde podíamos hallarnos a nuestro antojo sin mediar para ello, muchos oidos conectados, ojos atentos e incansables, tiempos estrechos y otras voluntades. Pienso en el modo como cada persona puede imaginar, hasta dar vida a sus propias torturas y cautiverio, mientras grita y se entrega a luchar por la libertad.
Cambia el escenario, estamos ante una ventana de una casa con techo a dos aguas, fuera llueve como si en el cielo se hubieran abierto las compuertas, mi alegría se une con mi percepción de celebración y bendición del cielo, la lluvia suele ser para mí como un concierto de sonido y danzas del agua, festejando su retorno a la vida de mujeres y hombres, para ser admirada, deseada, bebida y bendita. Para volver a correr dulcemente sobre la tierra luego de haber navegado por los mares, ascendido a los cielos, mirado el rostro de Dios y besado los picos más altos.
Cambia el escenario, estamos ante una ventana de una casa con techo a dos aguas, fuera llueve como si en el cielo se hubieran abierto las compuertas, mi alegría se une con mi percepción de celebración y bendición del cielo, la lluvia suele ser para mí como un concierto de sonido y danzas del agua, festejando su retorno a la vida de mujeres y hombres, para ser admirada, deseada, bebida y bendita. Para volver a correr dulcemente sobre la tierra luego de haber navegado por los mares, ascendido a los cielos, mirado el rostro de Dios y besado los picos más altos.
Me veo buscando una ducha en
un ambiente de numerosos baños, semejante a los servicios higiénicos de un
colegio, descubriendo que acababa de despertar
de un sueño donde te sentí y presentí, y este era otro sueño, que ya no te
pertenece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario, aliciente a continuar dialogando