Magia, misterio y exigencia... será Sin duda el título o por lo menos contenido de un articulo
futuro, que resumí en el mensaje de texto: "Querida... más allá de la
dimensión comercial e interesada de la maternidad, espero hayas pasado un lindo
día. Hago votos porque te sigas reinventando en uno de los roles más exigentes,
mágicos y aleccionadores...", enviado vía celular a mis amigas que
ejercen el rol de la maternidad como secuela biológica luego de un embarazo y
parto. O como mandato social porque cumplen una labor adquirida como extensión de su
maternidad. Pueda que también como herencia cultural porque suelen reproducir en cada uno de sus actos una relación maternalistas con los suyos y ajenos. Sin duda habrá algo de espiritual, sea enlazado la maternidad con su misterio general, unos dirian que su rol de madre vienen impreso en sus genes otros donde me incluyo parte de su
karma/ darma.
Algunas respondieron reactivamente a mi mensaje, por la misma vía. Otras llamaron como
gesto de reciprocidad y el resto lo comentó a su modo por diversos medios
virtuales, en mi caso me inmovilicé hasta este momento, pueda ser por mi
dificultad de hoy, para hablar y hasta escribir. O porque no me sentí aludida,
puesto que más de una volvió a colocar sobre la mesa una interrogante de niña:
¿Por qué cuando creen que te
conoce algo te rebautiza? al punto que no te sientes aludida,
un tema más para un artículo.
El trece de Mayo ha sido una fecha de un doble homenaje en
mi caso, el recuerdo de la partida de un ser amado que me permitió reconocer
las fronteras de la vida con la muerte. El domingo cumplió
dos años de la partida de mi hermano mayor Pedro Herrera, que dejó de ser mi
primo desde cuando nací porque según mi madre un niño adolescente de catorce
años suspendió sus travesuras para seguir mis pasos inseguros, más adelante protegerme durante las horas laborales de mi madre y animarme en mis proyectos.
Mis
recuerdos de él son de siempre, fue uno de los pocos hombres con quien
compartí y viví su ternura, honestidad, gratuidad,
solidaridad y brutal sinceridad. Con él aprendí la reciprocidad y la
satisfacción que se acomoda en el estómago, ante el brillo de sus ojos con las cosas simples de la vida, nunca me negó ni le negué nada, estuve y estuvo a
mi lado siempre que fue necesario, como sucedió en el tiempo de su partida. Aun
en ese momento ante mi dolor y duda,
recibí como gesto de su
reciprocidad el contacto con su alma, con el escalé un peldaño nuevo en lo espiritual,
al comunicarme con su cuerpo etéreo. Será por eso que la vela encendida de
este tiempo me acompañó tres días y noches.
El trece de Mayo, también se correspondió con el calendario social para celebrar a la Madre, teniendo como contexto a una
sociedad machista y marianista donde se exacerba el rol materno y estereotipada
de una madre santa, sacrificada y pura, reedición de la Virgen María deshumanizada en nuestro tiempo. Invisibilizando y satirizando a las madres de carne y hueso
que están en rededor, aquellas que
públicamente cubren las portadas de
periódicos con prácticas inversas. Y que en lo privado, cuando se tiene fuerzas para mirarse ante
el espejo y reflexionar la relación con de un hij@ con su madre o de una madre con su hij@, le genera
tensión y conflicto entre la imagen simbólica de la maternidad ideal distante de la real. Experimentando sentimientos de culpa, frustración,
dolor y resentimiento, olvidando que la maternidad al igual que muchos roles
humanos son variados.
Cada quien cuando ha elegido o asumido reproducir su propia maternidad, pone en práctica el único modo que ha aprendido, el de su madre o el de otras madres próximas. Pero nada de lo
aprendido ni ensayado le asegura el éxito de su rol materno, sólo la
tranquilidad de haberlo intentando lo mejor posible mientras la vida de
otro ser ha dependido de ella.
La celebración del día de la madre en mi caso, fue la suma
de un día domingo más en familia. Con
brazos, gestos y un compartir llenos de amor que nos permite celebrar nuestros acontecimientos
privados como el mejor y el más importante. Este domingo
fuimos once, nuestro núcleo cotidiano de cinco, crece a nueve domingo a domingo con Janet, José, María José y Belén de
Jesús. Este domingo se extendió a once con la grata compañía de la abuela María, mamá de mi cuñado
y su hermano mayor Víctor.
En realidad no dormí, pero ese es otro cuento. Mi hermana Luz que iluminó mi día y aligeró mi desvelo, con un jugo de melón y el desayuno en cama, como cada mañana desde hace 51 días, esta vez tuvo que hacer un
doble viaje a la cocina, pues su mano
izquierda está inmovilizada por una
férula producto de un daño
colateral de mi estado. Desde hace dos
semanas compartimos sesiones de rehabilitación, apoyarme sostenidamente le ha
producido contractura y tendonistitis. Nos
abrazamos, este abrazo fue de felicitación
y agradecimiento por ser la gran madre
para todas y todos en casa, distinto al abrazo cotidiano de perdón, fortalecimiento y ánimo propio
de este tiempo.
Los gestos fueron intercambio
de haceres producto de los dones da cada quien. Luz
preparó con asistencia de Pancho y
Rodrigo en el trabajo pesado, un lechón al horno que le salió como siempre
celestial, al punto que José quien había quedado en almorzar con su madre, decidió
cambiarlo por una cena. Janet trajo el delicioso Pie de Limón, en atención a mi
debilidad por este postre. Mamá hizo su especialidad: ají triturado en batán y
ensalada con mucha yerbabuena para facilitar la digestión. Los hombres, pusieron la mesa, nos sirvieron y atendieron. En mi caso por mi movilidad restringida preparé
durante toda la semana previa y amanecida del sábado, labores
a crochet y bisutería para regalos propios y ajenos–Rodrigo fue mi único cliente
porque me compró tres juegos de collares y pendientes-.
De mis gestos, Luz fue la primera, eligió los pendientes más
largos con cuentas de metal que van desde el tono plata brillante hasta el quemado
diciendo: “No sé porqué pero se me ha antojado aretes largos”. Mamá fue feliz por los aderezos de azul iridiscente
sobre una base dorada,
siempre pienso que fue reina en su vida anterior, le
encantan los brillos y el dorado, lució sus
pendientes y collar con su frase eterna: “Hija aun estando así te has ocupado
de mí”. Janet estuvo feliz con los pisos que esta vez tejí para ella: “Pupoti, que lindo pero quiero mi mantel, el piso que
'me llevé el domingo', está luciéndose en mi sala”. La abuela María se alegró de sus pendientes y collar negro
que combina con su luto persistente, cuando Rodrigo le hizo entrega de su presente.
Los cuatro hombres
hicieron lo suyo, se acomodaron en la sala, la mesa del comedor solo fue de mujeres,
mamá hizo el brindis mientras asumía una
vez más su matriarcado: “Agradezcamos a Dios la oportunidad de estar juntos,
todo lo que nos pasa nos hace más fuertes y unidos”. Seguida
por la abuela María y cada una de nosotras las hijas y niet@, bisnietas. Mayu, dejó de
ser demandante en la mesa y ocupó su papel de hermana mayor, Belén hizo honores a su alias de niña Puñuy
(sueño) manteniéndose en silencio hasta la sobremesa. Donde todas y todos lo
celebramos como sabemos hacerlo.
En mi rincón egoísta, me queda el recuerdo de la felicidad de un domingo
más compartido, con el sabor a ternura que mana de los cuatro meses
de vida de Puñuy. Las confidencias de Mayu intercalada con sus dulces y cómplices besos
que me acompaña los días de su ausencia. La caricia que demanda atención exclusiva y excluyente
de mi hija engreída que no renuncia a serlo, aun cuando cumpla
su función nutricia con un infante en el brazo o compita entiempo con su hija. La calidez y abrazo
cómplice de Rodrigo cuando
volvemos a quedarnos en núcleo y revisamos lo vivido. La conversa, gracia y cariño de Luz, las bromas
de Pancho, la compañía de mi madre, fuerte, dura y protegida por seres de luz
que la rescata de sus quejas de desvalida
y dolencias sostenidas.
Un día social de reconocimiento a la maternidad, en mi caso,
sumó alegría y felicidad a mi tiempo de paciencia, cual placebo compensatorio a
mis sentimientos del día previo, donde me anunciaron debí procesar una nueva intervención en
mi tobillo izquierdo. En estos días estoy preparándome para volver a rehacer el
proceso que viví desde el 23 de marzo -mi primera operación- a la fecha. Disfruto
cada momento de desplazamiento que experimento desde el 28 de abril, lo real
tiene mucho peso en estos días, por cuanto espero que comprendan mi retraso en
reaccionar al cariño y gestos de amistad por diferentes vías. Hoy dedico menos tiempo a la virtualidad, para
vivir y beber lo que es mi realidad, paladeándolo con paciencia y cada vez, menos
con impaciencia.