martes, 9 de marzo de 2010

SOLO UN CANTO AL XXIII CANTO A LA VIDA

Este ocho de marzo como sucede frecuentemente en mi caso, estuve desbordada por espacios de reflexión, afecto, complicidad, reciprocidad y compañía de esas que reaniman el espíritu y las ganas de seguir en la brega.

A diferencia de inicios de siglo, quise en este tiempo ser una más de aquellas mujeres que mira desde el balcón o se suma en la plaza a las mujeres que se movilizan dejando de invertir en la construcción de ese acto, no sólo tiempo, energías, sueños, frustraciones y gratificaciones como lo hicimos en su momento, para resucitar un acto como fue el XI canto a la vida, que se mantuvo entre paréntesis por el manchay tiempo (en términos de Manrique:2002) y la inmovilidad del movimiento feminista a partir de 1992 (Vargas: 1992 ).
Hallé una buena compañía que compartía conmigo su deseo de ser una mujer más, que llega para hacerse parte del acto, para abrazar y celebrar con aquellas mujeres con quienes tantas veces tomamos las calles, levantamos la voz, proponiendo agendas y arrancado derechos, convencidas de que el día internacional de la mujer a pesar del tiempo transcurrido de los esfuerzos desplegados y la sensibilización incrustada en la sociedad, las instituciones, los actores y las políticas, siempre habrá una agenda persistente y otra novedosa que nos una y movilice mostrando nuestra coincidencias y diferencias.

Esta vez esperé en la plaza para experimentar qué se siente antes y después de su toma, ¿Quienes esperan?, ¿Qué se encuentra preparado? ¿En que consiste el acto central de una movilización de mujeres un 8 de marzo?, ¿En que se diferencia de aquellos que son impulsados por los gremios, partidos políticos, movimientos ciudadanoso el rechazo a la barbarie como sucedió en tiempos del miedo o los hechos de Bagua? .

El antes, nos mostró que no éramos las únicas que llegamos anticipadamente a la plaza, pero a diferencia de otros tiempos del Canto a la Vida (celebraba diversas expresiones de mujeres en espacios fijos), en el punto culminante de la marcha como era la plaza, imaginando que sería escenario del acto central y cierre, brillaba por su ausencia algún equipo de la comisión organizadora del acto.

A cambio hallamos, vendedor@s ambulantes, esperando que este fuera el escenario suficiente y favorable para tener una exitosa venta de helados, mil hojas, rosquitas, habitas y otras mixturas.

Además de ellos una ONG que trabaja por garantizar adecuadamente la reproducción sexual de las mujeres sin renunciar al trabajo remunerado, había ubicado estratégicamente sus lemas y una decena de mujeres cansadas de esperar, con un asistente varón disponiendo en una escalinata del monumento del 2 de mayo, papelógrafos que simulaba nuestra ancestral sábana simbólica de huellas (manos) de decretos, con nostalgia y algo de ternura les sugerimos sería mejor lo hicieran en el piso como antes y así sucedió.

Y llegó la movilización, franqueada por una veintena de policías, encabezada por el personal del Ministerio de la Mujer que portaba la bandera del Perú, seguida de un llamativo corzo cuyo único carro alegórico, cerraba el paso de los saltimbanquis y algunas mujeres jóvenes con pinturas en el rostro.

Ingresó detrás de la bandera peruana, una banderola lila anunciando el XXIII Canto a la Vida, cuyo mensaje simbólico, mostraba que el acto de miles de mujeres de antaño se había traducido en un registro.

La banderola era sostenida por una vieja militante de estos haceres y sus cinco privilegiadas o únicas compañías de este tiempo, no tuvimos espacio de averiguarlo, en tanto nos sumergimos en el recuerdo de las miles de mujeres voluntarias que se sumaban a esos otros Cantos a la Vida cuya resurrección en 1997 estuvo en manos de siete mujeres y se masificó a miles, hasta casi alcanzar los primeros tiempos que llenó la concha acústica aun sin contar con el financiamiento de antaño, se mantuvo durante cinco años consecutivos gracias a la suma de voluntades y al esfuerzo unitario.

Este Canto a la Vida, cuando tomó la plaza lo hizo en silencio, con cierta duda desde quienes la precedían, optando finalmente por dar una vuelta de espiral, sin percatarse que sólo las seguían unas cuantas mujeres, en tanto que el resto se desperdigaba ocupando lugares estratégicos de ubicación o descanso en poco menos de un cuarto de la plaza.

Algunas nos miraron sin vernos, revelándonos cuan sencillo es ser invisible en el espacio público. Allí pudimos advertir que eran nuev@s mujeres y hombres movilizados de diversas edades, haciendo que el acto se asemejara a uno gremial o partidario, puesto que cada uno portaba sus distintivos y banderas sin compartir algo más que el día como elemento común. Eso explica que cada uno buscara su mejor ubicación ante lo que pudiera venir y que nunca llegó.

Estaban las mujeres del GALF, el MOL, AIDIASEP, un grupo de Lucha contra la Corrupción, las mujeres del Vaso de Leche que venían en el escalón precedido por el partido que las recubrió con su impresionante banderola,  el PST, cuyas rojas banderas no superó las dos docenas y que tras tomar la plaza subsumieron sus banderas esfumándolas prontamente del escenario.

L@s humalistas por su parte tuvieron de todo, símbolo, banderas, pancartas y estratégicas posiciones. Cosa contraria sucedió con la veintena de jóvenes de TyL, cuyas caras pintadas los asemejaban a un escuela del carnaval brasilero donde sus banderas verdes permanecieron extendidas, permitiéndonos comentar que su símbolo pudo haber sacado mejor provecho a la nieve de su cordillera, detalle que seguro se le escapó al serigrafo que lo difuminó en verde pasto, total para algunos no importa el color del agua en sus diferentes estados, solo importa que sea agua.

Junto a mi amiga y las mujeres con quienes esperamos en la plaza, nos vimos prontamente cercadas por las banderolas de l@s nacionalistas y del Movimiento de Mujeres Ciudadanas del Cono Norte cuyos flashes, sin duda nos mostrará  como parte de su delegación en las fotos de sus informes internos. Ambos grupos disciplinadamente pasaban lista o registraban a sus asistentes.

La ONG que pacientemente esperó el arribo de la movilización con todo su equipo que no superaban la docena capturaban las fotos del recuerdo o las imágenes que seguramente acompañarán un informe del impacto de su trabajo movilizador en las mujeres.

Otra gran sorpresa nos esperaba de cara a la movilización, los saltimbanquis no eran nuestras amigas de costumbre que nos acompañaron siempre en nuestras jornadas de lucha, movilización y celebración, eran varones no se sí ironizando o afirmando la Teta Asustada graficados en sus polos, globos y pancartas, más adelante descubrimos que fue la mayor delegación por la recurrencia de sus camisetas, dejándonos la interrogante, si en este tiempo, la posibilidad de un oscar era mas movilizador que las agendas de los otros grupos.

Las pancartas reproducían lemas conocidos que creíamos satisfechos, sin embargo denotaban que los nuevos contingentes de mujeres que hacían el ocho de marzo día propicio para expresarse o expresar las consignas que las atravesaban en sus condiciones de mujeres: “Trabajo digno”, “No a la discriminación laboral de mujeres embarazadas”, “Mi cuerpo es Mío, No del Estado ni la Iglesia”, “No mas violencia”, “A la mujer se la respeta”. Y las siluetas de mujeres de las diferentes regiones del país que mostraban simbólicamente nuestra diversidad.

En vista que la concentración cada vez se reducía decidimos dejar nuestra contemplación, hacernos parte del escenario para recoger lo que vinimos a buscar, el abrazo de las amigas, compañeras, hermanas. Así nos encontramos con Flor quien estuvo alerta a los pasos iniciales del XII Canto a la Vida, recobramos corporeidad para Gioconda, le robamos una gran sonrisa a Esther, un profundo abrazo a Giuliana,  Claudia, Cecilia, María, Consuelo y las nuevas amigas de otros escenarios. Caminamos en parte y nos topamos cual vuelo de pluma con Diana concentrada en algo, Gina, Gladys…

Para hundirme en ese abrazo que reanima de Agustina y la sucesora de Delia enterándonos que eran tan pocas las del MAM, que debieron recurrir a una pancarta prestada para la foto del recuerdo. Renovamos contactos extraviados como quejas de las distancias reales y virtuales de nuestras ubicaciones y nos desprendimos justo en el momento que alguien anunciaba la posibilidad real de entrevista con la ministra, las voceras enquistadas se agitaban tras el anuncio, nos reímos mucho con mi amiga porque los escenarios podían cambiar pero no las conocidas práctica, por todo lo compartido y nos reímos mucho más de cómo era este nuevo Canto a la Vida, para quienes nos habíamos liberado de su peso y destino.

Inicialmente nos preguntábamos que quedó de nuestras noches en vela, nuestros días y noches extenuantes previos al día “D”, de nuestras veladas sin haber probado bocado alguno y sin dinero para el taxi a mas de media noche durante la última semana en el local del la Casa España. Donde el gesto de convite de la feminista pudiente en el ‘Cesar’ inexistente sabía a gloria y máxima gratificación.

Nos miramos, insistiendo en a donde fue a parar nuestro esfuerzo por evitar que este espacio cuyo acto centra era de cada una y todas las mujeres junto a nuestros compañeros solidarios y vanguardistas en la igualdad de géneros, donde independiente de su raza, credo, opción sexual, política y condición física se pusiera por un solo día una única camiseta, haciendo que el canto a la vida fuera un canto.

Volvimos a la realidad, para asumir de cara al atardecer del ocho de marzo del dos mil diez, hacia el lado este de la plaza Dos de Mayo, sólo un canto pequeños de la plaza era para el XXIII Canto a la Vida.

Nuevos tiempos, ad portas de campaña electoral configurando un contexto de pugna y resolución del poder en el partido de gobierno, las marchas y contramarchas en las fuerzas de la derecha, el fortalecimiento y crecimiento de la agresividad del espectro del fujimorismo-montesinismo cubriendo varios frentes.
En tanto se mostraba la disgregación de los partidos de izquierda con la imprecisión y esfuerzo de limpiar la imagen del nacionalismo, los acomodos de viejos líderes o asistentes de líderes en los agrupaciones tradicionales, el surgimiento de nuevas izquierdas, con espectatativas agolpadas  de no observar el resurgimiento de viejas prácticas en cuerpos jóvenes.

Y como si no fuera suficiente  la bacanalización del debate con aspirantes jóvenes y no tan jóvenes de la farándula que le añade carácter carnavalezco. Y hasta la posibilidad de éxito de una película es suficiente para una propia camiseta.

Nuevos tiempos donde la agenda de las mujeres se concentra en el esfuerzo por recuperar conquistas perdidas como el acceso a la píldora del día siguiente en lobbys entre representantes del gobierno resistentes al fallo del tribunal que las sancionó y la sacó de circulación (1).  Algunas feministas sobrevivientes a los avatares, otras del movimiento popular que emergen sostenidamente y nuevas organizaciones no gubernamentales con sus ópticas y prioridades, mostrándonos que nuestros sueños de unidad seguirían siendo sueños inacabados que quizás nos convoquen a nuevas jornadas o nos mantengan en la orilla contemplativa como esta que me ha permitido escribir esta tarde.

Al salir de esta plaza histórica cada vez mas inaccesible,  tanto que cuando decidimos hacerlo vimos que una compañera de vieja correrías intentaba cruzar la pista entre Colmena y la  plaza, sin éxito hasta cuando nos alejamos completamente de ella.

Así contemplamos un canto a la vida en  nuevos tiempos con muchas caras jóvenes y esperanzadoras, con sus propios retos en la construcción de la unidad en la que nos embarcamos en nuestro momento quedando agotadas sí pero sin morir en el intento.

(1) En el momento que escribo el artículo, el Ministro de Salud Anunciaba que en función a los resultados del impacto de la píldora del día siguiente el MINSA retomaría su distribución gratuita, en la línea de la sanción del Tribunal Constitucional que dejó abierta la puerta a la demostración de no ser abortiva.

Manrique, Nelson. El tiempo del miedo: la violencia política en el Perú 1980-1996, Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2002, 395 p.


Vargas Valente, Virginia. Cómo cambiar el mundo sin perdernos: el movimiento de mujeres en el Perú y América Latina, Flora Tristán, Lima, 1992, 133 p.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario, aliciente a continuar dialogando