jueves, 17 de abril de 2014

CARTA A GABRIEL GARCÍA MARQUEZ

http://www.literaterra.com/gabriel_garcia_marquez/el_amante_inconcluso/
Si me preguntas ¿Que siento?, te diré que no me lo esperaba. Sabes, cuando te conocí, nunca pensé en tu finitud, en verdad me creí eso de que eras el fantasma de uno de los Buendía, así que yo me convencí que eras un fantasma conectado con mis apetitos literarios, dedicado completamente a escribir y escribir.

Así que fui a buscarte debajo de cada hojarasca, en la  cándida historia de Eréndira y aquella abuela desalmada, hasta ser sorprendida con la crónica de una muerte anunciada, haciéndome "perder el  amor” de uno de esos hombres que temen a las mujeres que leen, si te cuento morirías de la risa, será para otro momento, si... claro que hubo uno de esos en mi vida, increíble verdad.

Creí hallar tu paso por la vida en las huellas del aquel coronel sin alguien que le escriba o  a lo largo del otoño del patriarca y hasta en los laberintos del general, cuyas historias leí sin respirar de principio a fin y como me atrapaste. Así que no me importó si eras sátiro o enamorado al punto de no detener tu barca camuflada de cuarentena atrapado por ese amor en los tiempos del cólera, mientras yo cursaba el pre-grado.

Y claro que te perdoné esas licencias, inclusive viajar en esa dimensión de los fantasmas  hasta Moquegua para escribir del amor y otros demonio,  tan cerca a mí en esos tiempos de auto-exilio, que creí lo escribiste para mí, tocándome las fibras de mi estupor cuando me  asomaste a los sótanos de la ignorancia donde se germina la ignominia, corto y letal fue lo que dije al terminar.

No puedo quejarme con cada uno de tus regalos, está la diatriba de amor contra un hombre  sentado que podía satisfacer la imaginación de una feminista, o la memoria que no perdiste  para con tus putas tristes. Estuvieron presentes historias menos populares en ciertos tiempos como la aventura de Miguel Littin una historia tras otra historia  y aquellas noticias de un secuestro asomándome a esos puntos claro oscuros de nuestro tiempo innombrable.

Y claro que viviste para contarlo, porque no viniste a decir un discurso, sino hacer más de una historia, por un país al alcance de los niños, por la libre obra, sea esta cual fuere, haciendo de la pluma una espada, que no sólo gritara, sino suscribiera libertad de  Europa y América, dejando confundidos a quienes no perdonaban tu cercanía con Cuba.

Sabes te creí todos tus cuentos, dirás que para eso son los cuentos. A los tuyos los creí no sólo por ser peregrinos o ser contado por un naufrago, sino porque sentí por momentos te asomabas por los ojos de aquel perro azul. Te creí no sólo porque  los hacías sino te atreviste a mostrarnos en cómo   se cuenta  un cuento. Aquel  manual para niños, el mismo cuento distinto, como sucede entre cachacos y sólo cuentos.

Algunos dirán que llegó la mala hora, que  tu funeral será  como los  de mamá grande. Yo prefiero,  ya no creer en tus cien años de soledad, sino en los que me quedan en tu compañía. Volver a reencontrarnos  en Macondo, reconectarme con   aquella  idea  al conocerte,  que sigues siendo un fantasma ya no de los Buendía,  sino de mi Gabo grande que no ha  muerto. Mueren quienes no dejan huellas, y las tuyas, son tantas que ni el polvo o el viento podrá con todas ellas.

Te sigo  leyendo

Catalina  Salazar Herrera
Lima - Perú, jueves, 17 de abril de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario, aliciente a continuar dialogando